Columnistas
Convenciones, partidos y democracia
El caso de Estados Unidos es bastante particular. Allí hay elecciones primarias y caucus en cada estado para respaldar a sus candidatos presidenciales:
Después de haber visto hace algunas semanas las convenciones de los partidos Demócrata y Republicano en EE. UU., que tienen amplio cubrimiento internacional, es importante reconocer el papel que juega la selección de candidatos en una democracia y reflexionar sobre cómo estamos nosotros en ese aspecto. Aunque no hay un modelo único en el mundo, y hay mecanismos de nominación participativos y cerrados, todos son determinantes, pues en ellos se define quiénes son los que podrán competir para ser elegidos a cargos cuyas decisiones impactan en países enteros.
En América Latina, los métodos varían según países y partidos. En Argentina hay primarias abiertas, simultáneas y obligatorias donde los ciudadanos votan para elegir a los candidatos de los partidos. En México eligen candidatos mediante convenciones o primarias internas según las reglas del partido. En Chile las primarias son opcionales; en Perú y Uruguay hay consultas abiertas donde cualquier ciudadano puede participar en la elección de candidatos. Bolivia realiza consultas populares cerradas solo para miembros del partido. Y en Brasil los líderes partidistas seleccionan candidatos sin votación interna.
En el Reino Unido, comités internos y miembros del partido en cada distrito eligen el candidato para las elecciones parlamentarias. En Alemania, delegados votan por los candidatos en convenciones partidarias. En Francia hay primarias abiertas donde cualquier ciudadano registrado puede votar para elegir al candidato del partido.
El caso de Estados Unidos es bastante particular. Allí hay elecciones primarias y caucus en cada estado para respaldar a sus candidatos presidenciales: las primarias son votaciones populares secretas, mientras que los caucus son reuniones locales donde los miembros del partido discuten y votan públicamente. Después, cada partido celebra una convención nacional donde delegados estatales, designados según los favorecidos en las primarias y caucus, acuden para nominar oficialmente los candidatos a presidente y vicepresidente. Es larga la historia de esas convenciones: la primera demócrata se realizó en 1832 y la del Partido Republicano en 1856.
Un aspecto interesante de esos eventos en EE. UU. es la visibilidad que generan en torno al proceso electoral. Por varios días, y en horarios de alta audiencia, por las convenciones pasan políticos, artistas, deportistas, líderes sociales, empresariales y sindicales, de diferentes estados y distintas generaciones, que opinan sobre la situación de su país y las plataformas económicas, sociales, ambientales y políticas que impulsarán los partidos. Allí, se hacen evidentes las diferencias ideológicas y en un país extenso y muy poblado, esas convenciones al final juegan papel central en la cultura política y la rendición de cuentas que debe garantizarse en una democracia.
En Colombia, para definir candidatos hay múltiples modelos: desde la microempresa electoral que gira en torno a un líder o caudillo candidato; hasta agrupaciones más organizadas que realizan primarias internas o que toman la opción de consultas abiertas en las que no solo participan sus miembros. También hay partidos con convenciones donde delegados eligen los candidatos; otros que los definen por encuestas; y están los que mantienen designación directa por directivos o comités sin votación interna.
Pero más allá de esto, en nuestro medio hay poca información sobre el funcionamiento de los partidos, varios de ellos unidos solo por acuerdos clientelistas y no programáticos. Para fortalecer el sistema político, los ciudadanos debemos exigir más visibilidad sobre esas organizaciones, no solo porque reciben financiación estatal, sino porque al final son el punto de origen de muchas políticas que aplican los gobiernos y son filtros de los nuevos liderazgos y del acceso al poder. Con partidos más visibles habrá más transparencia electoral, más claridad sobre quiénes los respaldan, mejor rendición de cuentas sobre sus promesas, y más participación ciudadana en sus actividades. Aunque esto parezca una utopía, dada la atomización partidista que aquí vivimos, este debería ser un propósito de los medios informativos, la academia y las nuevas generaciones que hoy se interesan en los asuntos públicos.