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Decisiones
El Eln nunca, en 50 años, ha tomado en serio un proceso de paz, con ningún Gobierno.
Una vez más se suspende el diálogo de paz con el Eln. La última vez fue en septiembre del año pasado cuando el grupo armado asesinó a dos soldados e hirió a 27. Esta vez, por el asesinato de 23 líderes sociales y ciudadanos en el Catatumbo incluido un bebé de brazos, por considerarlos integrantes o colaboradores de las disidencias de las Farc en una guerra a muerte por el control territorial, el negocio de la coca y el narcotráfico.
Se equivoca el Gobierno en solo suspender los diálogos; ha debido terminarlos. No solo por la violencia de los últimos días en distintas regiones sino porque no hay nada que hablar o negociar con el Eln. ¡Nada! Nunca la ha habido y menos ahora, por una razón: a esos asesinos no les interesa ni ha interesado dejar las armas; su esencia no es política, son criminales y narcotraficantes, aunque se insista en darles un trato condescendiente.
El Eln nunca, en 50 años, ha tomado en serio un proceso de paz, con ningún Gobierno. En el de López, tras un duro golpe militar propuso entregarse a cambio de una amnistía, y nada. En el de Gaviria, se la pasaron dialogando ente Venezuela y en México, y nada. En el de Samper menos, pues dispararon el secuestro, y en los de Pastrana, Uribe, Santos y Duque, se las ingenió para que no avanzaran, rearmarse, y llevarlos al rompimiento.
La arremetida del Eln en varias zonas del país se presenta en momentos en que se conoce de su orden de asesinato de la mano de derecha del Alto Comisionado de Paz y de quien lidera de parte de la facción Comuneros del Sur el diálogo con el Gobierno, lo que motivó una de las más duras reacciones de Otty Patiño, dejando en evidencia no una ‘fractura’ o ‘crisis’ sino, el estado terminal en que se encuentra ese diálogo insulso.
Si fuese el primer impase, vaya y venga. Estamos ad portas de cumplir dos años y medio de un gobierno que prometió en campaña un acuerdo de paz y desarme del Eln en tres meses; se han llevado a cabo siete ciclos de conversaciones sin ningún resultado útil ni promisorio, con cientos de violaciones al cese al fuego de parte del grupo criminal; cese al fuego que nunca debió pactarse pues se sabía que sería aprovechado para rearmarse.
El único lenguaje que el Eln entiende es el de la guerra y guerra se le debe dar. Guerra en todos los frentes y con todos los instrumentos legales del Estado; confrontar y judicializar sus estructuras armadas, a sus colaboradores mimetizados en el campo, y a sus milicias y vándalos urbanos, y el delito de rebelión, no puede seguir siendo uno de los de menor sanción penal sino el de más, y ningún criminal debe ser gestor de paz.
Una realidad que muchos se niegan a aceptar; se resisten a creer que esa sea la salida. Con el Eln ya no hay opción. A las buenas no se ha podido, toca a las malas. Duro decirlo, pero a veces para alcanzar la paz se necesita guerra y la ausencia de guerra no garantiza la paz. La mayoría de miembros de las Farc no hubiesen tomado en serio el proceso del 2016 sin la arremetida militar; el Eln estaría boqueando si se le hubiese tratado igual.
Es hora de sacudirnos, aceptar la realidad y tomar decisiones: terminar el proceso de paz con el Eln, combatirlos sin contemplación en el campo y las ciudades, fortalecer sin titubeos y repensar la estrategia de las Fuerzas Militares pues no ha dado resultado, conseguir recursos, inteligencia y tecnología de países aliados, combatir por todos los medios el narcotráfico y la financiación del crimen, imponer las más altas penas a quienes desafíen al Estado, y dejar de creer como sociedad que ese grupo tiene un trasfondo político. Son preferibles los claveles blancos silenciando fusiles, pero con el Eln eso no funciona.