Columnistas
Domingo de Cuaresma
Que este tiempo de Cuaresma sea un tiempo oportuno para adherirnos a Jesús, que transforma nuestras vidas...

Por monseñor Alexander Matiz Atencio, obispo de Buga.
El Evangelio de San Juan, capítulo cuarto, nos presenta este pasaje del encuentro de la Samaritana con Jesús. Aquella mujer que rutinariamente acudía al pozo de Jacob, a buscar agua para sus necesidades básicas y las de los suyos, tenía que cargar el pesado cántaro para ello.
La comunicación empieza por Jesús, que rompe los prejuicios y discriminación, a lo cual la mujer se asombra y responde. En ese diálogo que comienza, la respuesta de Jesús es la revelación de quién es Él como fuente de agua viva, que nos trasciende hasta la eternidad.
La mujer en su comienzo no entiende y cree solo en su conveniencia física, pero cuando Jesús va más allá, le cuestiona su pasado, sus pecados; ella reconoce que Jesús no es un hombre cualquiera, es para ella un profeta.
El diálogo se profundiza y ya no se queda en lo meramente personal, va más allá de lo que los ha dividido como pueblos, Jesús da la clave de salirse de lo territorial para mostrar que se debe adorar a Dios es en espíritu y verdad.
La mujer espera al Mesías, como lo esperan los judíos; ella dice “sé que ha de venir el Mesías, el Cristo, cuando venga, él nos lo dirá todo”. Es ahí cuando Jesús se le revela como el Mesías: “Soy Yo, el que habla contigo”.
La mujer se convierte en mensajera de la buena noticia que invita a conocer a Jesús, los habitantes de ese pueblo samaritano van a conocer a Jesús, a encontrarse con Él, y no solo a eso, lo invitan a que se quede con ellos; creen en Él, y hacen de su propia experiencia un encuentro personal con Jesús y su adhesión a Él “nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que Él es el Salvador del mundo”.
Esto nos lleva a entender que los prejuicios, las discriminaciones deben ser superadas cuando comprendemos que Jesús es la plena revelación de Dios Padre; que Él es la fuente de agua viva para todos y que nosotros debemos superar nuestras diferencias y nuestros pecados para convertirnos en seguidores de Jesús; Él es el Salvador del mundo; ya no de un pueblo, ni de unos pueblos sino de toda la humanidad.
Que este tiempo de Cuaresma sea un tiempo oportuno para adherirnos a Jesús, que transforma nuestras vidas, que lo acojamos en nuestras casas, que seamos luz, esperanza y crecimiento personal y comunitario, que bebamos de esa agua viva que nos lleva a la eternidad, es decir, salir del pecado que es muerte, para vivir en la Gloria de Dios.
Algunas comunidades siguen el Evangelio de Lucas 13, que tienen también la esperanza de preparar el terreno, abonar y esperar con paciencia los frutos esperados. No seamos precipitados en las determinaciones, sino pacientes y proactivos en el cambio que esperamos, todo para Gloria de Dios.
Regístrate gratis al boletín de noticias El País
Te puede gustar