Columnistas
Esto no va bien
Lejos de centrarse en el futuro de la reforma laboral, la consulta será la ocasión para que el Gobierno desde ya entre en modo de campaña.

Si algo ha aprendido nuestro país en medio de la hora política turbulenta y desgastante que vive, es que las posturas radicales del Gobierno Nacional de hace un par de semanas pueden parecer moderadas al lado de sus posturas de hoy. El presidente Petro ha escogido un camino de abierta radicalización y confrontación con todo aquel que perciba como un rival.
Aunque poco se ha hablado recientemente del tema, hace exactamente un año el presidente Petro anunció que buscaría convocar una riesgosa asamblea constituyente, que afortunadamente se quedó en nada. En ese momento, Petro buscaba presionar al Congreso para que sus reformas tuvieran una mejor suerte, por medio del desconocimiento de decisiones de instituciones como el Congreso y las altas cortes.
El discurso del Presidente en la manifestación en defensa de la reforma laboral y su previo anuncio de la convocatoria de la consulta popular, un año después del llamado a la constituyente, fue muy similar en el fondo. Petro ha decidido tomar el camino del desconocimiento y el desafío a las decisiones del Congreso, que también fue elegido por votación popular y está en todo su derecho –y deber– de rechazar una reforma propuesta por el Ejecutivo. Lejos de centrarse en el futuro de la reforma laboral, la consulta será la ocasión para que el Gobierno desde ya entre en modo de campaña. Habrá que ver, entre otras cosas, si la oposición sigue tan desorganizada y errante mientras el gobierno coordina desde ya todas sus fuerzas.
Lo grave, sobre todo, es que este llamado a la consulta popular tiene lugar mientras el presidente asume ante la ciudadanía su versión más radical y enfurecida, y busca más que antes dividir y polarizar a la sociedad de manera premeditada. A diario, el lenguaje del presidente se vuelve más y más agresivo y violento, mientras señala a sus críticos de los peores horrores.
Esta semana, en diferentes pronunciamientos, discursos y trinos interminables, el presidente volvió a tratar con los más desproporcionados insultos y agravios delirantes a sus críticos de todos los sectores políticos. Y no es aceptable –y si es la antítesis de la decencia en la política– que sin la menor consecuencia y sin la menor crítica de parte de sus defensores, el presidente Petro tilde de ‘nazis’ a sus contrincantes, como lo hizo tantas veces esta semana al responderle a empresarios y opositores. Esta es una de las mayores bajezas que veremos en el debate público, y también una enorme ligereza histórica. Es, sobre todo, un mensaje muy preocupante el que envía Petro a sus electores, al mostrar con el peor ejemplo que se puede hacer política desde el irrespeto absoluto, la calumnia más desvergonzada y la deshumanización de sus contrincantes.
El presidente está desatado con el uso de un lenguaje crecientemente violento que solo puede radicalizar más a la sociedad y llevar a destinos de rivalidad e incertidumbre. El problema es que, lejos de ser una consecuencia inesperada, lo que precisamente busca el mandatario es fragmentar a la sociedad tanto como pueda ante las elecciones del 2026.
Posdata: luego de un año de controlar los recursos y el acceso de la salud de más de la mitad de la población, la crisis de los medicamentos vista en varias regiones es responsabilidad directa e innegable del Gobierno Nacional. Es, también, una clara demostración de que la ruta de la estatización del servicio, ofrecida por el gobierno como la respuesta a todos los problemas del sector, está lejos de ser la solución y sí puede, en cambio, agravar la crisis de sobremanera.
Regístrate gratis al boletín de noticias El País
Te puede gustar