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Múnich, tenemos un problema

La prioridad de Estados Unidos debería alinearse con la estrategia de ‘avalanche decoupling’, propuesta por Eyck Freymann y Hugo Bromley en Foreign Affairs.

19 de febrero de 2025 Por: Mario Carvajal Cabal
Mario Carvajal
Mario Carvajal | Foto: El País

La última semana en Europa estuvo marcada por una creciente preocupación en materia de seguridad. Días antes de la Conferencia de Seguridad de Múnich, el principal foro mundial en geopolítica, seguridad y defensa, el secretario de Defensa de Estados Unidos, Pete Hegseth, anunció que su país abdicaría de su rol como principal garante de la seguridad europea. Horas después, el presidente Donald Trump declaró su intención de liderar una negociación con Vladímir Putin sobre la guerra en Ucrania, excluyendo a Kiev y a Europa de la mesa de diálogo. Finalmente, el 14 de febrero, en Múnich, el vicepresidente estadounidense, JD Vance, pronunció un discurso en el que minimizó la amenaza de Rusia y China, afirmando que el principal riesgo para Europa radicaba en la migración y la libertad de expresión. Además, Vance expresó un apoyo implícito al partido de extrema derecha Alternativa por Alemania, días antes de una elección clave en ese país.

Uno de los anuncios más alarmantes fue la posibilidad de negociaciones directas entre Estados Unidos y Rusia sobre Ucrania. Desde el inicio del conflicto, Washington había basado su estrategia en dos principios, según The Economist: primero, que el futuro de Ucrania no podría decidirse sin su participación en las negociaciones; segundo, que Occidente debía permanecer unido ante la amenaza de Putin al orden internacional. Sin embargo, las declaraciones de Hegseth, Trump y Vance marcan un abrupto giro, debilitando la unidad diplomática que ha sustentado a la Otan, la alianza militar más relevante de la historia moderna.

Ante esta situación, analistas comparan la postura de Trump con la política de apaciguamiento de Neville Chamberlain en 1938 ante Adolf Hitler en Checoslovaquia o con la Conferencia de Yalta en 1945, cuando EE.UU., Reino Unido y la Urss se repartieron Europa en esferas de influencia. Aún es pronto para saber cuál de estos escenarios se materializará. Lo que sí es evidente es que la retirada de EE.UU. de su rol como garante de la seguridad europea podría generar dudas sobre sus compromisos militares en otras regiones, lo que abriría una ventana de oportunidad para que China, Irán, Rusia y Corea del Norte continúen desestabilizando el orden liberal internacional.

Este repliegue también afectaría la credibilidad de Washington como aliado y debilitaría su posición frente a China en la actual competencia geopolítica. La prioridad de Estados Unidos debería alinearse con la estrategia de ‘avalanche decoupling’, propuesta por Eyck Freymann y Hugo Bromley en Foreign Affairs. Esta plantea un marco para reconfigurar el sistema económico internacional y proteger los intereses de Estados Unidos y sus aliados en caso de que China cruce una línea roja de Washington. En tal escenario, EE. UU. debería colaborar con sus aliados para mitigar las repercusiones económicas de las sanciones contra China y diversificar las cadenas de suministro clave fuera de Pekín.

Freymann y Bromley también proponen la creación de una institución de seguridad económica con membresía abierta a todos los países, excepto Irán, Corea del Norte, Rusia y China, las principales amenazas al orden internacional. Este organismo garantizaría que cualquier proceso de desacoplamiento con China esté basado en normativas internacionales, impulsado por las fuerzas del mercado, en lugar de una jerarquía estricta, y protegiendo los intereses nacionales y de seguridad económica de sus miembros, reconociendo que la mayoría de los países seguirán comerciando tanto con China como con Estados Unidos.

Propuestas audaces como estas, que consideran el largo plazo de la competencia geopolítica entre EE.UU. y China, deberían ser el foco de la estrategia de la administración Trump. No aquellas basadas en sacrificar la integridad territorial de Ucrania, cediendo a las demandas de Putin, o renunciar al liderazgo global. El tiempo dirá qué dirección tomará el Gobierno Trump.

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