Editorial
Bajémonos del carro
La capital del Valle no solo ocupó el puesto 18 entre las 500 ciudades que más horas pierden al año en embotellamientos...
A nadie, en su sano juicio, le gusta pasar horas y horas atascado en medio del tráfico. Eso no es viable para el reloj porque se recorta el día, para la salud porque genera estrés, ni para el bolsillo porque el carro sigue consumiendo batería y gasolina por más que esté detenido.
En Cali, pese a los esfuerzos, ha sido imposible acabar con los trancones. La capital del Valle no solo ocupó el puesto 18 entre las 500 ciudades que más horas pierden al año en embotellamientos (113 horas), según TomTom Traffic Index 2024; además ha visto cómo en los últimos dos años el parque automotor aumentó en 20.000 vehículos, lo que significa que hoy hay alrededor de 788.000 matriculados en la ciudad, a los que se suman los registrados en otros municipios pero que circulan por sus vías.
Esto solo puede ser resultado de una ciudad que en los últimos años priorizó el asfalto y no ponderó otros medios de transporte que llamaran la atención de los ciudadanos. De hecho, hay casi 3000 kilómetros de vías, pero menos de 150 kilómetros de cicloinfraestructura. Otro ejemplo: el MÍO busca volver a movilizar al menos 450.000 pasajeros por día -cifra antes de la pandemia-, pero hoy solo tiene a disposición un promedio de 750 buses que no ofrecen la frecuencia suficiente.
La Administración tiene que poner en ejecución alternativas que desincentiven el uso del vehículo particular. El secretario de Movilidad, Gustavo Orozco, ha dicho que le apostarán a los peatones con más espacios para ellos. Que así sea, que se construya el Bulevar de la Avenida Sexta, el Parque Jovita al Río, el Parque Alameda-Roosevelt y se peatonalicen otros espacios. Eso sí, con suficiente soporte técnico para que no sea necesario revertir más tarde esas medidas.
Otra opción puede ser añadir un tercer dígito al pico y placa, pero al ser una estrategia restrictiva, no puede ser la única. Hay que dotar al MÍO de más buses y construir más cicloinfraestructura, proyectos que, por fortuna, ya están en los planes del actual gobierno. También es imperativo rehabilitar los puentes peatonales y andenes. Que en Cali dé gusto caminar por sus calles.
Hay un último factor en contra, y es que todos los días miles de vehículos entran y permanecen en la ciudad. Llegan de Palmira, Candelaria, Yumbo y otros municipios vecinos. Pero allí también hay una oportunidad para que la movilidad se configure como un hecho metropolitano y se acelere la puesta en marcha de un transporte unificado en su tarifa con Jamundí y Puerto Tejada. Ideas hay, conocimiento y profesionales también, pero hay que poner en marcha.
Ahora bien, esto no es solo de gobiernos. Hay personas que sacan sus vehículos particulares aunque hagan trayectos cortos, algunos compran un segundo carro para utilizarlo el día en que tienen pico y placa con el otro, incluso se ha perdido la costumbre de tener bicicletas en casa.
Por más políticas, programas e incentivos que existan, no habrá solución sin una ciudadanía que esté dispuesta a construir una ciudad más sostenible. Hay que dejar de buscar la forma de saltarse la responsabilidad y, por el contrario, aportar. Bajémonos del carro.
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