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Perú también votó

Se producirá entonces una segunda vuelta que será resuelta más por los temores y los radicalismos que por las propuestas dirigidas a resolver los problemas de los ciudadanos, lo que debiera ser el contenido de un proceso electoral

14 de abril de 2021 Por: Vicky Perea García

Como repitiendo la experiencia del Ecuador, los resultados de la primera vuelta para la elección de presidente en el Perú parecen confirmar la tendencia de la opinión frente a la democracia, la política y los políticos en ese país. Es la atomización que deja atrás las propuestas, los programas y los partidos para concentrarse en los personalismos, acabando de paso con las colectividades y mostrando el desencanto de los electores con sus instituciones.

Dieciocho fueron los candidatos que participaron en las elecciones del domingo pasado. El primer lugar lo ocupó Pedro Castillo de un movimiento denominado Perú Libre, una sorpresa que reunió el 19,1% de los votos, seguido de la conocida y polémica Keiko Fujimori de la Fuerza Popular fundada por su padre Alberto, con el 13,38%. Detrás de ellos quedaron dieciséis candidatos, diez de los cuales no recibieron siquiera el 2% de los sufragios, síntoma del rechazo del pueblo peruano a esas aventuras individualistas e inútiles.

Abundarán sin duda los defensores de esa explosión de candidaturas como una expresión de la democracia y de la libertad. Sin embargo, no debe olvidarse que son el producto del ocaso de los partidos políticos como voceros del sentimiento de la población y de la opinión pública que da paso a una inquietante fragmentación de esos canales que canalizaban las relaciones de los ciudadanos con el Estado y las autoridades, desatando una enorme debilidad que obliga a negociaciones en las cuales se impone el interés de quienes son elegidos por pequeñas votaciones que los hacen voceros del mandato ciudadano.

También es claro que esa pequeña porción que recibieron tanto el señor Peña como la señora Fujimori refleja el desencanto de los peruanos con una política cada vez más cuestionada y cuestionable y de espaldas a las necesidades de su país. Como ocurrió en Ecuador donde al igual que en el Perú votar es obligatorio, o como está sucediendo en Colombia, los resultados de las votaciones muestran ante todo una frustración y una protesta contra la política que le entrega el poder a los políticos sin exigirles la responsabilidad y los resultados que necesitan sus naciones.

Ahora sale a la palestra lo que pasó también en Ecuador. Un ganador de la primera vuelta que encarna el populismo de izquierda, que en el caso de Peña es sorpresivo porque hace pocas semanas no estaba entre los favoritos, enfrentado a una representante de establecimiento tradicional, en este caso el Fujimorismo cuestionado, y quien tendrá a su favor el respaldo de quienes, no sin razón, le temen al totalitarismo que se mueve en Suramérica promoviendo la división de la sociedad y la lucha de clases.

Se producirá entonces una segunda vuelta que será resuelta más por los temores y los radicalismos que por las propuestas dirigidas a resolver los problemas de los ciudadanos, lo que debiera ser el contenido de un proceso electoral. Y quien resulte ganador tendrá que negociar con un Congreso atomizado, ofreciendo pedazos de poder mientras sus beneficiarios tendrán la facultad de ejercer el voto o el veto contra las iniciativas del nuevo gobierno.

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