Desde hace muchos años me he preguntado: ¿Cuál es mi misión en este mundo? Y he buscado respuestas en distintos espacios y corrientes. Durante mucho tiempo pensé que era en la fotografía y la he ejercido por años. Primero en el campo comercial y últimamente haciendo documentales y audiovisuales con corte social y ambiental. Pero no necesariamente eso es una misión, es más una función, y hay una diferencia, pero que se complementan la una con la otra, función y misión.
Tengo un muy buen amigo, Ángel Zapata, psicólogo experto en terapias regresivas y reconstructivas con experiencia en búsquedas en medicinas y terapias orientales, con quien hablamos sobre esto y otros temas. Le formulé varias preguntas sobre el tema para poder escribir esta columna y estas son algunas de sus reflexiones.
¿Qué representa la misión para un ser humano? Para responder a este interrogante, es necesario situarnos en un contexto amplio y trascendental, en el cual el ser humano es antes que nada un ser espiritual en evolución y dentro de este proceso de evolución, vive una experiencia humana.
Esta experiencia es necesaria para tener vivencias que permitan adquirir aprendizajes y, mediante estos, continuar su evolución espiritual. Consecuentemente, la misión es aquello que tenemos para compartir, enseñar o entregar amorosamente, pues estamos preparados para hacerlo.
¿Cómo puedo identificar cuál es mi misión? En general, si se trata de algo para lo cual estoy preparado, esta se irá develando mediante experiencias que para la persona se perciben como agradables y se le facilitan. La persona descubre gradualmente que tiene cierto talento o facilidad para ciertas cosas y es ahí donde va encontrando su misión. Es aquello que hacemos y, desde ese hacer, servimos y podemos hacerlo porque es un don natural que viene con nosotros. Esto es parte de su reflexión.
Por mi parte, siento que llega un momento en la vida en que uno empieza a cambiar de valores, y lo que antes le parecía importante y atractivo, ya no es. Incluso, muchas cosas le empiezan a incomodar. Ya la ‘jiesta’ no me atrae tanto, pero respeto a los que les gusta. A mí el sonido a altos decibeles me estresa, pero admiro a la gente que lo disfruta. Las cosas cambian para uno y no necesariamente uno puede pretender que cambien para otros, en el respeto y la tolerancia, encuentro que es parte de lo que vengo a aprender en mi misión.
Me gusta mucho hablar con diferentes personas, especialmente con los habitantes de la calle. Escucharlos con atención y brindarles cariño es parte de ese aprendizaje del cual habla Ángel.
Cada día busco cuál es mi misión y dónde me siento a gusto, y estoy seguro de que tiene un componente grande de servicio y trabajar para que mi entorno y las personas que están en él tengan una mejor vida y un mejor cuidado de los recursos naturales. Entender que hay un plan divino y universal, y que somos parte de él.