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Alejandro Eder 4.0

Muchos resentimos en particular es su abandono, más allá de las frases que se digan, de trabajar en serio, con inequívoca voluntad, en la reconciliación de la ciudad...

25 de febrero de 2025 Por: Diego Arias
Diego Arias, columnista
Diego Arias, columnista | Foto: El País

Conozco de varios años atrás a Alejandro Eder, nuestro actual alcalde de la ciudad. No puedo decir exactamente que soy su amigo, pero digamos coloquialmente que me distingue. Así que tengo una imagen formada de él desde esos primeros momentos, y de los que le han seguido y lo tienen hoy al frente de los destinos de la ciudad.

Mi relacionamiento ha sido realmente muy básico, como cuando él condujo, con notable éxito, el programa gubernamental dirigido a la reincorporación de excombatientes, estando en la dirección de la ARN. Mi condición de también firmante de un acuerdo de paz, pero en los procesos de la década de los 90 y un testimonio particular mío sobre los enormes retos de asumir la transición de la guerra hacia la paz, nos juntaron en distintos espacios y momentos.

Desde entonces me pareció un hombre formado y comprometido con la causa de la paz, a lo cual sumó haber abierto, junto a otros facilitadores, la puerta a la negociación con las Farc en tiempos de Juan Manuel Santos, pero igualmente comprometido y sensible también con lo social. Dada su condición económica privilegiada y pudiendo estar dedicado a emprendimientos particulares, que lo hiciera optando por la gestión de asuntos públicos, me pareció algo destacado.

La anterior es, digamos, la versión 1.0 que tengo de Alejandro (me disculpará la confianza).

Luego está la que yo llamaría la versión 2.0 que corresponde a cuando se le midió a ser candidato a la alcaldía de Cali, en medio de una ciudad fracturada por cuenta del llamado ‘estallido social’ que hizo explícita, entre otras cosas, la enorme desigualdad entre distintos sectores sociales, la mayoría de ellos por fuera de las oportunidades de inclusión social y económica. Me pareció muy apropiado que el centro de su plataforma hubiese tenido el propósito de una Cali reconciliada. Y no menos importante, su promesa de que los dineros públicos los iba a manejar de forma pulcra, alejado de intereses particulares, la corrupción y la politiquería.

La versión 3.0 es la de ahora, la del Alejandro Eder alcalde, de la que tengo un sabor agridulce. Tiene a su haber importantes logros en su gestión, como la COP16, el mayor de ellos, sin duda, pero hay temas o asuntos que vienen empañando su gobierno. Muy temprano, comenzando su gestión, la contratación directa con TV Andina, que bien pudo haberse hecho con Telepacífico, generó dudas, por decir lo menos. Y sigue habiendo cuestionamientos u observaciones a la contratación del municipio en varias de sus dependencias, que uno imagina, no suceden a espaldas del señor alcalde y de lo cual ya observatorios especializados (Mi Cali contrata bien) y un oportuno editorial de El País y otras voces, han llamado la atención.

Pero muchos resentimos en particular es su abandono, más allá de las frases que se digan, de trabajar en serio, con inequívoca voluntad, en la reconciliación de la ciudad, que no son exactamente los acuerdos burocráticos con sus opositores políticos (ahora aliados) en el Concejo, con uno u otro opinador, o una u otra organización social movida por intereses particulares y no de ciudad.

Esta dificultad para encarar el diálogo y la construcción colectiva con otros actores de la ciudad deja herida la posibilidad de algo esencial: la construcción de una visión compartida de ciudad para el año 2036.

La versión 4.0 de nuestro alcalde tiene todavía tiempo para rectificar (incluidos los asuntos del Club Campestre) y escenarios (POT, la ejecución del empréstito, la reglamentación de Cali Distrito, un gabinete más competente e incluyente) para realmente unir a la ciudad.

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