El título de esta columna es el mismo de la exposición, cuyo subtítulo es Alimento, medicina, sacralidad y resistencia, abierta actualmente en las salas de exposiciones Gabriel García Márquez de la embajada de Colombia en Madrid. Una exposición refinada, en la que la documentación etnográfica se mezcla fluidamente con las mal llamadas ‘artesanías’, elaboradas por artistas de los pueblos originarios, y con obras de arte plenamente contemporáneas.
El embajador, Eduardo Ávila Navarrete, me explicó que esta exposición forma parte del esfuerzo político y diplomático que realiza actualmente el gobierno del presidente Petro, a escala internacional, con el propósito de que se despenalice el cultivo de la hoja de coca. “Magnífica idea”- le respondí. Porque, como bien saben mis lectores, me he distinguido por la obstinada defensa de la marihuana y la coca, ambas panaceas, cuya prohibición por el gobierno de Washington solo desgracias ha traído a Colombia. Y al resto de nuestros vecinos. Que allí está la declaratoria del estado de emergencia y la apelación al ejército por el presidente del Ecuador Daniel Noboa, para hacer frente a la ola de violencia desencadena por las mafias que controlan el comercio ilegal de coca. Cuyo poder deriva única y exclusivamente de la prohibición de la bendita coca.
Estoy seguro que si mañana a los maniáticos de Washington les diera por prohibir el café o el té - para hablar solo de dos excitantes - en poco tiempo padeceríamos el surgimiento de poderosos carteles dedicados a la producción y distribución ilegal de los mismos.
La virtud de Mambear es que nos ofrece una visión sintética, pero efectiva, de la forma amable y respetuosa con la que nuestros compatriotas aborígenes se relacionaban con la coca, hasta que les cayó del cielo como un meteorito, una prohibición tan absurda como destructiva.
Las claves de esa relación el equilibrio y la medida, de los que carece el consumidor norteamericano que, espoleado por una publicidad engañosa y omnipresente, tiende a consumir cualquier cosa sin tasa ni medida. Constreñido solo por sus limitaciones materiales.
Por lo que no sorprende que dé el mismo trato a sustancias con efectos sicotrópicos: convierte el consumo de cualquiera de ellas en una adicción de muy difícil gestión. Por lo que me parecería ridícula sino fuera tan perversa, la compaña de Trump contra el fentanilo. La fiebre no está en la sábana sino en el enfermo.