Si un amigo, conocedor de mi afición al cine, me pidiera lista de los 10 mejores actores que haya visto en las pantallas de los teatros, tendría que hacer un gran esfuerzo para responder porque son muchos más de la decena los artistas más admirados en mi larga ocupación de las butacas de las salas.

Pero, con el temor de cometer cualquier omisión imperdonable, me atrevo a mencionar las siguientes luminarias de diversas nacionalidades:

En el estadounidense, incluyo a Humphrey Bogart, por su rol en La Reina Africana; Jack Nicholson, en Atrapado sin salida; Jack Lemmon, en El apartamento; y Spencer Tracy, en ¿Sabes quién viene a cenar?

En el inglés, a Laurence Olivier y Charles Laughton; en el francés, a Jean Gabin; en el italiano, Marcello Mastroianni; en el japonés, a Toshiro Mifune; y en el mexicano, a Arturo de Córdova.

Pero si nos concretamos al cine gringo, a los mencionados agregaría a Robert Mitchum, a Ray Milland, Burt Lancaster, y James Stewart.

Y en lo alto del podio surge Marlon Brando, quien muy joven apareció en Nido de ratas hasta alcanzar la consagración como Vito Corleone en El Padrino, que figura en todas las listas como la mejor película que haya salido de los estudios, desde que se inventó el cine. Ningún director ha logrado el prodigio de Francis Ford Coppola.

Charles Chaplin era inglés, pero su exitosa vida cinematográfica la desarrolló en Hollywood, y su película En busca del oro es una de las mejores de todas las épocas.

En estos días me enteré del fallecimiento en extrañas circunstancias que son motivo de investigación policial, de Gene Hackman, otro grande entre los grandes del cine estadounidense. Su cuerpo, el de su esposa Betsy Arakawa, y el de su perro, fueron hallados sin vida en su casa de Santa Fe, Nuevo México, ciudad a la que el actor se había retirado en busca de reposo en sus últimos años, luego de alcanzar tanta celebridad en el mundo cinematográfico. Fue ganador de dos premios Oscar.

Desde los años 60, Hackman se apropió de las marquesinas, pues su nombre en ellas era garantía de grandes taquillas. No era un tipo apuesto, pero los productores y directores confiaban en sus magistrales interpretaciones.

De sus películas cito a Bonnie y Clyde, Contacto en Francia, La aventura del Poseidón, La conversación, El joven Frankenstein, Misisipi en llamas, y Los imperdonables, esta última dirigida por Clint Eastwood, juzgada como el mejor ‘western’ de la historia.

Ojalá sepamos qué pasó el 17 de febrero último, día en que los forenses dictaminaron que el marcapasos de Gene Hackman dejó de funcionar.

Y hablando de cine, no estuve de acuerdo con la última entrega de los premios Oscar. No creo que Adrien Brody, en El Brutalista, luzca más que Ralph Fiennes en Cónclave para llevarse la estatuilla dorada como mejor actor principal, porque la actuación del inglés con el traje cardenalicio dirigiendo el Concilio para elegir al nuevo Pontífice de la Iglesia Católica, es imponente.

Y estimo que Demi Moore, en La sustancia, en el apartado de mejor actriz principal, lo merecía más que Mikey Madison, en Anora.

La que sí merecía el Oscar como mejor actriz de reparto es Zoe Saldaña, por su rol como abogada de Emilia Pérez, película francesa hablada en español, que tampoco me descrestó, como decimos en Tuluá.