Hay jóvenes que se sienten viejos y ancianos que desbordan energía. ¿Por qué? La edad cronológica no siempre define cómo nos sentimos ni cómo vivimos. Más bien, es nuestra mentalidad, hábitos y relaciones los que determinan si envejecemos antes de tiempo o si seguimos sintiéndonos jóvenes, sin importar los años.
No es raro escuchar a alguien de 25 años decir que está ‘agotado de la vida’. El cansancio, el estrés y la rutina pueden hacer que incluso los más jóvenes pierdan vitalidad. Factores como el sedentarismo, la mala alimentación y la falta de sueño afectan tanto el cuerpo como la mente, generando una sensación de envejecimiento prematuro. Pero la fatiga no es solo física. La mentalidad juega un papel clave: las personas que se estancan en la nostalgia o sienten que ‘ya es tarde’ para ciertos cambios pueden caer en una percepción de vejez antes de tiempo. La falta de propósito también influye: cuando la vida se convierte en una lista de obligaciones, es fácil perder la chispa de la juventud.
En contraste, hay personas que superan los 90 años y siguen disfrutando la vida con vitalidad. ¿Qué hacen diferente? Estudios científicos han identificado varios factores comunes en quienes envejecen con energía y plenitud. La actividad física es uno de ellos. No hace falta correr maratones, pero caminar, bailar o hacer ejercicio regularmente, mantiene el cuerpo y la mente ágiles. La alimentación también juega un papel fundamental. Harriette Thompson, quien completó su primera maratón a los 76 años y siguió corriendo hasta los 94, decía que su dieta equilibrada, rica en vegetales y proteínas, junto con la hidratación adecuada, le permitía mantenerse activa y con energía.
En el estudio de la longevidad, existen las llamadas ‘zonas azules’, regiones del mundo donde las personas viven más años y con mejor salud. Algunas de las más conocidas son Okinawa, Cerdeña, Nicoya, Ikaria y Loma Linda. Los habitantes de estas regiones comparten ciertos hábitos clave: una alimentación basada en plantas y alimentos naturales, actividad física regular integrada en su día a día, una fuerte vida comunitaria y un sentido de propósito claro. No se trata solo de genética, sino de un estilo de vida que favorece un envejecimiento saludable y activo.
La actitud ante la vida marca la diferencia. Quienes siguen aprendiendo, explorando y adaptándose a los cambios, mantienen su cerebro activo y su espíritu joven. La conexión con otras personas y la sensación de tener un propósito también son claves. Un estudio de la Universidad de Harvard confirmó que las relaciones significativas son uno de los principales factores de bienestar a largo plazo.
Charles Eugster, quien comenzó a entrenar en atletismo a los 85 años, solía decir: “Nunca es demasiado tarde para cambiar tu vida”. La edad es, en gran medida, una construcción mental. Si cultivamos hábitos saludables, mantenemos la curiosidad y valoramos nuestras relaciones, podemos desafiar los estereotipos del envejecimiento. Al final, más que contar los años, lo importante es asegurarnos de que cada uno cuente.