La cartera política es clave para cualquier Gobierno, porque es la encargada de dialogar con las regiones, las comunidades y el Congreso de la República, entre otros actores del país. Por eso es importante que el Ministro del Interior no sea susceptible de vetos o censuras por alguno de esos sectores, sino que, por el contrario, tenga las puertas abiertas en todos los frentes que se puedan necesitar, e invite a la concertación y al consenso, para el logro de los propósitos del Ejecutivo.

Sin embargo, al analizar el inminente nombramiento de Armando Benedetti en ese cargo, resulta difícil encontrar una afinidad entre esas características y lo que el país ha conocido de él, salvo su experiencia en el funcionamiento del Legislativo, dado que fue senador.

De ahí que llame la atención que el presidente Petro lo haya ubicado en el Mininterior, luego del rechazo que en vivo y en directo, y con posteriores renuncias “irrevocables”, expresaron varios de los miembros de su gabinete, cuando se supo que él sería el nuevo Jefe de Despacho.

Pero más allá de quienes dan por hecho que la razón por la que Benedetti suma ya cinco cargos en este Gobierno está relacionada con el papel que jugó en la campaña del actual Mandatario, cuya financiación hoy es materia de investigación por parte de la autoridad electoral y la Comisión de Acusaciones de la Cámara, hay argumentos de peso que deberían llevar al Jefe de Estado a reconsiderar esa decisión.

Basta hacer un recorrido por las polémicas y los escándalos que el hasta hace poco jefe de la misión diplomática de Colombia ante la FAO protagonizó cuando ocupaba ese cargo, así como cuando fue embajador en Caracas e incluso siendo asesor presidencial en temas legislativos. Algunos, hay que decirlo, han estado relacionados con ámbitos de su vida privada. Pero es parte del precio que deben pagar quienes se dedican a actividades públicas, como la política.

Producto de esas actuaciones, Benedetti es ahora censurado, por ejemplo, por colectivos de mujeres que lo acusan de recientes episodios de violencia de género, mientras que otros sectores señalan su carácter irascible y su manera de reaccionar cuando está bajo mucha presión.

Precisamente ese proceder fue el que llevó a la propia Vicepresidenta, así como a la Ministra de Ambiente y al Director de Planeación Nacional, entre otros, a negarse “a sentarse en la misma mesa” con el entonces Jefe de Despacho. Pero habría que preguntarles a estos tres funcionarios si las diferencias que hicieron públicas con respecto a él en el último consejo de ministros quedarían solucionadas con un cambio de puesto.

Esto, si es verdad, como se rumora con insistencia, que Francia Márquez no dejaría el Ministerio de la Igualdad y que Susana Muhamad y Alexánder López finalmente no saldrían del Gobierno sino que pasarían a otros roles dentro del mismo Ejecutivo.

Porque en ese caso valdría la pena preguntarles si el problema con Benedetti es por las cualidades éticas que debe tener cualquier persona para ocupar una dignidad tan alta como un ministerio o se trata de un caso de simple rivalidad política.