Editorial
La guerra en Ucrania
Es imperativo que las naciones trabajen de manera coordinada para exigir la retirada de las tropas rusas, la restitución de los derechos fundamentales de los ucranianos y, sobre todo, el regreso de la paz.

Hoy, 24 de febrero, se cumplen tres años del conflicto entre Rusia y Ucrania, que todavía parece estar lejos de resolverse, pese a los llamados hechos por ciudadanos de ambos países, además de la comunidad internacional y organismos multilaterales.
Porque, como toda guerra, no solo está dejando huellas en los territorios donde se libra. Ejemplo de ello es que al menos 186 colombianos decidieron unirse a las fuerzas ucranianas, movidos por promesas de mejores salarios y condiciones de vida. De ellos, 64 murieron y otros 122 están desaparecidos.
Mientras tanto, la diplomacia internacional parece no encontrar una salida al conflicto. Naciones Unidas sigue paralizada, con un Consejo de Seguridad incapaz de ofrecer soluciones efectivas debido a la presión de Moscú, y Estados Unidos habla de paz cuando Ucrania aún condena la agresión del mandatario ruso, Vladímir Putin.
La salida que en estos momentos está en discusión propone un fin rápido del conflicto, pero omite las demandas de los pueblos afectados, lo que mantiene distante la posibilidad de un acuerdo definitivo.
El apoyo de Washington a Ucrania, que durante meses fue un pilar firme, parece desdibujarse bajo la administración de Donald Trump, quien ha priorizado un enfoque pragmático, incluso pretendiendo pasar por encima del presidente Zelenski.
El nuevo Mandatario estadounidense parece pretender obligar a Ucrania y Rusia a una negociación, sin considerar las consecuencias devastadoras de la invasión y sin mencionar la integridad territorial, una cuestión central para Kiev.
Esta retórica que hoy se maneja en el ámbito internacional parece no tener en cuenta el sufrimiento de los miles de ciudadanos que están pagando con su vida las decisiones de gobiernos lejanos.
Las víctimas no solo son aquellas que caen en el campo de batalla, sino también aquellas que, como los colombianos, se ven atrapadas en una maquinaria de guerra que no entienden completamente, pero que las consume y las aleja de un futuro de paz.
La comunidad internacional no puede seguir indiferente ante este sufrimiento. Las propuestas diplomáticas deben ser firmes, claras y comprometidas con la paz verdadera. No se puede aceptar que el conflicto se resuelva bajo la lógica de intereses geopolíticos que no incluyen la dignidad humana y el respeto a los derechos de los pueblos.
Tres años de guerra son demasiados para que las soluciones continúen siendo fragmentadas o poco ambiciosas.
Es entonces imperativo que las naciones trabajen de manera coordinada para exigir la retirada de las tropas rusas, la restitución de los derechos fundamentales de los ucranianos y, sobre todo, el regreso de la paz. La indiferencia hacia las víctimas invisibles no puede ser la norma para los países del Viejo Continente.
Los esfuerzos diplomáticos deben redoblarse para garantizar que este conflicto, que ha destruido miles de vidas, llegue ya a su fin.
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