Desde que la pandemia llegó a nuestras vidas provocó que muchas de las actividades que acostumbramos a realizar presencialmente pasaran a la virtualidad, como es el caso de la educación, que ahora se debe llevar a cabo con la ayuda de celulares, computadores y tabletas. Con este nuevo método de enseñanza los niños deben estar gran parte del día frente a estos aparatos electrónicos para asistir a sus clases y realizar tareas. La tecnología es de gran utilidad para ellos, pero si no se manejan los tiempos indicados y por el contrario, se tiene un uso excesivo de estos dispositivos, se pueden evidenciar graves consecuencias en la salud de los niños y adolescentes.

Javier Criales Hernández, médico pediatra, explica que esta interacción que se tiene con las pantallas puede ocasionar sedentarismo, generando que el niño no se habitúe al ejercicio y pueda tener sobrepeso u obesidad. Además, problemas de relacionamiento en el proceso de socialización con otras personas de su misma edad. Asegura que dependiendo del tiempo en pantalla se puede presentar cefalea, agotamiento, poca motricidad, problemas a nivel cervical y de cadera por las malas posiciones de los niños al estar con el celular o el computador. Añade que cuando el niño prefiere quedarse en su casa por permanecer usando estos aparatos, en vez de salir y recibir sol, está dejando de adquirir vitaminas necesarias para el metabolismo de los huesos.

Los riesgos frente al uso de estos dispositivos depende del momento de vida de los niños. Liliana Zambrano, psicóloga de preprimary del Colegio Jefferson, afirma que estas pantallas son fuente de satisfacción y si los padres no acompañan a sus hijos en esto, los menores harán un mal uso de estas, ya que aún no tienen la posibilidad de generar autorregulación frente a su utilización. Puede haber problemas de socialización y desarrollo de habilidades sociales, incluso, deterioro de sus funciones cognitivas y el desarrollo de sus praxias, es decir, tomar un lápiz, amarrar un cordón, acariciar, tener la presión específica para armar un lego o rompecabezas, esto implica una coordinación en sus movimientos que el uso de la tecnología no se los va a dar porque regularmente el movimiento dominante en el uso de estas pantallas es la presión o el deslizamiento, que son acciones muy básicas y decrementan la capacidad para habilidades como la escritura.

Con una sobreestimulación al sistema nervioso con el uso prolongado de estos aparatos electrónicos, el menor no duerme lo necesario (ocho horas diarias) y de forma plácida. “Si el niño no duerme lo requerido empieza a presentar un síndrome de fatiga crónica, irritabilidad, alteración neurológica, pérdida del apetito, alteraciones de tipo neurológico, nervioso, e incluso, de comportamiento”, explica Hernández.

En esta época los colegios han tenido que buscar nuevas alternativas para que las clases no sean tediosas ni exhaustivas para los niños al estar al frente de la pantalla por varias horas al día. La psicóloga del Colegio Jefferson explica que en esta institución, en pre primaria tienen espacios de 45 minutos con descansos entre uno y otro, donde los niños se desconectan totalmente de la pantalla y pueden hacer otro tipo de actividades como jugar, comer sus onces, salir de esta conexión, y dentro del tiempo de clase los niños no son espectadores pasivos, sino que durante esos espacios puedan tener interacción, socialización con los otros niños, actividades que impliquen movimiento, reconocimiento corporal, que se puedan involucrar otros aspectos como la sonoridad del lenguaje, que se genere una experiencia donde los niños estén participando.

“En la medida en que los niños avanzan, por ejemplo en la primaria, pueden tolerar períodos más largos, entonces los descansos no son cada 45 minutos. Sin embargo, las clases siguen teniendo esas mismas características, no son magistrales donde un maestro es el que dice y el niño toma apuntes, sino que son experiencias que promueven la participación que es esencial, que el niño se sienta vinculado con las personas con las que está compartiendo ese espacio digital. En las clases se debe lograr suplir las necesidades que tiene el niño. Más que el tiempo específico es el tipo de propuestas que podemos dar a través de este medio”, afirma Zambrano.

Consecuencias oculares

“Los ojos presentan resequedad, ya que algunos niños no tienen el control adecuado del parpadeo y al quedarse hipnotizados frente a la pantalla el ojo queda expuesto al ambiente y se reseca más fácil, es por esto que cuando están mucho tiempo en las pantallas terminan con el ojo rojo. Pueden presentar un comportamiento repetitivo con un gesto de parpadeo forzado, como apretando los ojos, y esto lo hacen para compensar la lubricación que se le está quedando corta. Con esta larga exposición se puede presentar un aumento en la miopía, resequedad, irritación ocular, fatiga visual, visión borrosa, les pesa el párpado y empiezan a pestañear muy constantemente”, explica Ana María Lores Restrepo, especialista en oftalmología pediátrica.

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Según la especialista, el celular es el que más problemas ocasiona a nivel ocular porque es una pantalla de pequeña fijación cercana y cuando se ejercita tanto la visión de cerca, la lejana se va perdiendo; este estímulo hace que el ojo crezca un poco más, siendo poco probable que se vuelva a encoger. Asevera que uno de los problemas que genera el uso excesivo del celular es la miopía, siendo este un estado que progresa. Agrega que hay niños que llegan con miopías bajas como -1, les regalan un celular y a los 6 meses la miopía aumentó a -2, y a los otros 6 meses ya van en -3; esto se vuelve progresivo y está marcado por el exceso del dispositivo
y el abuso en el tiempo del mismo.

Recomendaciones

Según la Academia Americana de Pediatría y la Organización Mundial de la Salud, las pautas de tiempo en pantalla por edad son las siguientes: menores de 18 meses no deben tener ningún tiempo en pantalla. Niños entre 18 a 24 meses es recomendable poco o ningún tiempo en pantalla. Los de 3 a 5 años (pre-escolares) una hora por día. De 6 a 10 años (primaria): entre una hora a hora y media por día. De 11 a 13 años (escuela intermedia), hasta dos horas al día.

“El sitio donde se conecta el computador debe estar en un lugar donde pueda ser supervisado por los adultos, porque también se pueden presentar otros problemas como acoso, cyberbullying y demás. Antes de acostarse el niño debe tener tiempos de rutina que le permita relajarse, descansar, bañarse, organizarse para ir a la cama y leer un poco. Para los que tienen largas jornadas en el computador se recomienda que hagan pausas activas, es decir, que se levante, camine, tome agua, mueva las manos, juegue con una pelota, ayude a lavar la loza y que después de hacer cualquiera de estas cosas, vuelva a la siguiente clase en un periodo prudencial, que no pase más de dos horas pegado a una pantalla”, opina Javier Criales Hernández, médico pediatra.

Según María Lores, especialista en oftalmología pediatra, se recomienda el no uso de dispositivos electrónicos antes de los 2 años y consultar ante signos de alarma evidentes como irritación, secreción, desviación, parpadeo frecuente, picazón constante de los ojos, manchas o puntos blancos en el ojo.

Opina que cuando hay un contacto constante con aparatos electrónicos se deben controlar los tiempos en pantalla, es decir, si estuvo haciendo tareas toda la tarde es pertinente tener una pausa y hacer algo diferente, compensar los espacios y los tiempos.

Explica que se deben hacer pausas visuales, que cada 30 o 45 minutos el niño levante la vista del computador, mire a lo lejos, descanse 5 o 10 minutos y luego vuelva a retomar para que ejercite un poco la acomodación, que es mirar de lejos y de cerca, ya que cuando los niños están encerrados, la visión lejana no la ejercitan tanto y el músculo se fatiga.

Añade que es recomendable manejar el brillo y contraste de los computadores para que la pantalla no sea tan iluminada y no haya un exceso de luz en el ambiente, para que así exista un balance entre el brillo, el contraste y la iluminación en el lugar en que están trabajando.

“Se debe tratar en lo posible que las actividades de ocio no tengan que ver con las pantallas, hay que promover la tendencia al juego. Se debe educar a las familias frente al uso de las TIC, para aprovechar lo favorable y disminuir las consecuencias negativas. Los padres deben acompañar a los niños a desarrollar capacidades y habilidades como la confianza en sí mismos, la capacidad empática, la regulación, la tolerancia a la frustración, que, a futuro, se convertirán en factores de protección frente a los riesgos del uso en pantallas. El espacio escolar es para los niños un lugar donde se pueden arriesgar, construir su aprendizaje autónomamente, hacer vínculos con otras personas aparte de la familia y en esa medida, la participación de los padres en esos espacios debe ser mínima, los protagonistas deben ser los niños y deben sentirse seguros, de tal manera que no necesiten siempre que los papás estén allí para poder participar en esos escenarios”, opina Liliana Zambrano, psicóloga del Colegio Jefferson.

La psicóloga Claudia Liliana Martínez aconseja que lo mejor es regular los horarios y poder compartir más con el niño para poderlo sacar de esa situación, es generarle otras opciones de entretenimiento como el juego de mesa, que tenga que compartir con otros y no esté sumergido en una pantalla.

Además, comenta, que los padres tengan más autoridad sobre el niño, decirle a qué hora puede jugar y a qué hora se debe acostar.

Según Zambrano, se debe dejar que los niños tengan la experiencia de vivir el aburrimiento, que no está del todo mal, ya que los lleva a explorar nuevas alternativas, a expandir la creatividad. Además, expresa que no deben tener acceso a las redes sociales hasta aproximadamente los 12 o 14 años. Si lo que el padre quiere es que pueda hablar con sus amigos, se puede promover un espacio por una plataforma digital donde se encuentren todos, esto es significativo y los pone en menos riesgo que tener Whatsapp, ahí es donde está ese balance de los ofrecimientos tecnológicos, que les permite a los niños tener esas posibilidades de socialización sin exponerlos.

Consecuencias psicológicas

Claudia Liliana Martínez Bautista, psicóloga clínica con especialidad en psicología infantil, expone que cuando el niño está tan pegado al celular se puede hablar de una adicción, por ello se aísla de la realidad. Situación grave, ya que se les va acabando la razón del por qué están aquí, para tener planes, querer estudiar, reír, porque esta interacción no les permite socializar, pudiendo entrar en depresión.

Las consecuencias más graves son para los niños menores de 7 años, porque, dice, es en esa edad donde se fija el juicio, es decir, saber qué es bueno, malo, real o irreal, esto significa que un niño de 7 años que permanece con el celular o el computador, todo lo que ve lo asocia con lo real y con lo imaginario. Agrega que dejan a un lado sus responsabilidades como estudiar o cumplir con las tareas; se daña la comunicación familiar porque el niño está sumergido solo en su juego y no hay diálogo por mantener encerrado en su cuarto.