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¿Buenos o malos resultados económicos?
En Colombia, la situación será menos favorable.
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Mientras el país político divaga al ritmo macondiano de Petro, el país económico, más pragmático y ponderado, ha comenzado a ver el sol, o al menos pretende verlo, incluso antes de que finalice la tormenta. Para 2025, se espera un repunte de la economía mundial. Conforme a las proyecciones de diferentes entidades, el crecimiento global en 2025 oscilaría entre el 2,7% y el 3,3%. Por otro lado, la inflación ha sido controlada en las economías desarrolladas, lo que ha llevado a expectativas de nuevas reducciones en las tasas de interés.
En Colombia, la situación será menos favorable. Las proyecciones de diversas entidades indican que el crecimiento se ubicará entre el 2,4% y el 3%. No será un mal resultado, considerando el punto de partida y la actual coyuntura política y de seguridad. No obstante, persisten algunos problemas que, dependiendo de la evolución de la política económica, podrían determinar un crecimiento real mayor o menor, dentro del rango proyectado, o incluso por debajo de este.
El problema más relevante es el déficit fiscal. Las cuentas no cuadran. El crecimiento económico de 2024 fue menor al esperado. El recaudo de impuestos, por diversas razones, disminuyó un 4,3% entre 2023 y 2024, alcanzando un total de $267,2 billones. En 2024, el Gobierno tuvo que reducir el presupuesto en $28,4 billones y, aun así, no cumplió con la regla fiscal, con un déficit del 6,8% del PIB. Para 2025, la situación no cambiaría sustancialmente: con un gasto público excesivo, un presupuesto desfinanciado y un nuevo incumplimiento de la regla fiscal, podrían surgir serias consecuencias para la economía, afectando la financiación del Gobierno y la inflación, así como las tasas de cambio e interés.
Otro problema serio es el déficit de la balanza comercial. Colombia importa mucho más de lo que exporta. En los últimos cinco años (sin contar 2024), el déficit promedio ha sido de -$13.000 millones de dólares. Para 2024, la cifra rondó los -$11.000 millones de dólares. La realidad es que cerramos ese enorme hueco y sobrevivimos gracias a los flujos de inversión extranjera directa y las remesas. Así, en la medida en que se sigan debilitando sectores clave como el minero-energético, los precios del petróleo disminuyan y la confianza en la economía se deteriore, estos flujos podrían verse gravemente afectados, impactando la tasa de cambio y, en consecuencia, la inflación y la tasa de interés.
Ante este panorama, y considerando la situación política y de seguridad, aún persisten incertidumbres sobre el control de la inflación. No en vano, el Banco de la República mantiene una tasa de intervención alta del 9,5%, sin señales claras de reducciones significativas en el corto plazo, lo que podría frenar el consumo, la inversión y el crecimiento económico.
Con razón, el banco JP Morgan, preocupado por los riesgos internos, la situación fiscal y el impacto de la reforma pensional en el flujo de ahorro hacia la inversión, ha advertido que “no es el momento de mirar a Colombia como un destino para invertir”.
Al final, el crecimiento económico dependerá del manejo responsable y prudente del Gobierno en materia fiscal, así como de la confianza y estabilidad que logre generar en inversionistas y consumidores.
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