MALTRATO INFANTIL
Crianza severa aumenta el riesgo de que los niños desarrollen problemas mentales, según estudio
La crianza hostil implica un trato duro y una disciplina frecuentes, y puede ser física o psicológica. Puede consistir, por ejemplo, en gritar a los niños con regularidad, imponerles castigos físicos rutinarios, aislarlos cuando se portan mal.
Los padres que ejercen con frecuencia una disciplina severa con los niños pequeños los exponen a un riesgo significativamente mayor de desarrollar problemas de salud mental duraderos, según demuestra una nueva investigación, publicada en la revista 'Epidemiology and Psychiatric Sciences'.
En su estudio sobre más de 7.500 niños irlandeses, investigadores de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) y del University College de Dublín (Irlanda) descubrieron que los niños expuestos a una crianza "hostil" a los tres años tenían 1,5 veces más probabilidades que sus compañeros de presentar síntomas de salud mental calificados de "alto riesgo" a los nueve años.
La crianza hostil implica un trato duro y una disciplina frecuentes, y puede ser física o psicológica. Puede consistir, por ejemplo, en gritar a los niños con regularidad, imponerles castigos físicos rutinarios, aislarlos cuando se portan mal, dañar su autoestima o castigarlos de forma impredecible en función del estado de ánimo de los padres.
Los investigadores analizaron los síntomas de salud mental de los niños a los tres, cinco y nueve años. Estudiaron tanto los síntomas de internalización de la salud mental (como la ansiedad y el retraimiento social) como los de externalización (como el comportamiento impulsivo y agresivo, y la hiperactividad).
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Alrededor del 10% de los niños se encontraban en una franja de alto riesgo de mala salud mental. Los niños con una crianza hostil tenían muchas más probabilidades de pertenecer a este grupo.
El estudio deja claro que el estilo de crianza no determina por completo los resultados en materia de salud mental. La salud mental de los niños depende de múltiples factores de riesgo, como el sexo, la salud física y la situación socioeconómica.
Los investigadores sostienen, sin embargo, que los profesionales de la salud mental, los profesores y otros profesionales deben estar alerta ante la posible influencia del estilo de crianza en un niño que muestre signos de tener una mala salud mental. Añaden que el apoyo adicional a los padres de niños que ya se consideran en situación de riesgo podría ayudar a prevenir el desarrollo de estos problemas.
"El hecho de que uno de cada diez niños se encuentre en la categoría de alto riesgo de padecer problemas de salud mental es preocupante, y debemos ser conscientes del papel que puede desempeñar en ello la crianza de los hijos --afirma Ioannis Katsantonis, investigador doctoral de la Facultad de Educación de la Universidad de Cambridge--. No estamos sugiriendo ni por un momento que los padres no deban poner límites firmes al comportamiento de sus hijos, pero es difícil justificar una disciplina dura frecuente, dadas las implicaciones para la salud mental".
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Jennifer Symonds, profesora asociada de la Facultad de Educación de la UCD, señala que los hallazgos "subrayan la importancia de hacer todo lo posible para garantizar que los padres reciban el apoyo necesario para dar a sus hijos una educación cálida y positiva, especialmente si circunstancias más amplias ponen a esos niños en riesgo de sufrir problemas de salud mental. Evitar un clima emocional hostil en casa no evitará necesariamente que se produzcan malos resultados de salud mental, pero probablemente ayudará", añade.
Aunque se reconoce ampliamente que la crianza es un factor que influye en la salud mental de los niños, la mayoría de los estudios no han investigado cómo afecta a su salud mental a lo largo del tiempo, o cómo se relaciona con los síntomas internalizantes y externalizantes juntos.
Los investigadores utilizaron datos de 7.507 participantes en el estudio longitudinal de niños y jóvenes 'Crecer en Irlanda'. Los datos sobre salud mental se recogieron mediante una herramienta de evaluación estándar denominada Cuestionario de Fortalezas y Dificultades. Cada niño recibió una puntuación compuesta de 10 en función de sus síntomas externalizantes e internalizantes a los tres, cinco y nueve años.
Se utilizó una segunda evaluación estándar para medir el estilo de crianza de los niños a los tres años y se estableció un perfil de los padres en función de su inclinación hacia cada uno de los tres estilos siguientes: afectuoso (apoyo y atención a las necesidades del niño), coherente (establecimiento de expectativas y normas claras) y hostil.
Los investigadores descubrieron que, según las trayectorias a lo largo de las cuales se desarrollaron sus síntomas de salud mental entre los tres y los nueve años, los niños se clasificaban en tres grandes categorías.
La mayoría (83,5%) eran de bajo riesgo, con puntuaciones bajas de síntomas internalizantes y externalizantes a los tres años, que luego descendieron o se mantuvieron estables. Unos pocos (6,43%) eran de riesgo leve, con puntuaciones iniciales altas que disminuían con el tiempo, pero seguían siendo más altas que las del primer grupo. El 10,07% restante presentaba un riesgo elevado, con puntuaciones iniciales altas que aumentaban a los nueve años.
Una crianza hostil multiplicaba por 1,5 las probabilidades de que un niño entrara en la categoría de alto riesgo, y por 1,6 en la de riesgo leve, a la edad de nueve años. Se observó que una crianza coherente tenía un papel protector limitado, pero sólo contra los niños que entraban en la categoría de "riesgo leve".
Sin embargo, para sorpresa de los investigadores, la crianza afectuosa no aumentó la probabilidad de que los niños entraran en el grupo de bajo riesgo, posiblemente debido a la influencia de otros factores en los resultados de salud mental.
Investigaciones anteriores han destacado la importancia de estos otros factores, muchos de los cuales también confirmó el nuevo estudio. Las niñas, por ejemplo, tenían más probabilidades de estar en la categoría de alto riesgo que los niños; los hijos de padres solteros tenían 1,4 veces más probabilidades de estar en el grupo de alto riesgo, y los que procedían de entornos más acomodados tenían menos probabilidades de presentar síntomas preocupantes de salud mental en la infancia media.
Según Katsantonis, los resultados subrayan la importancia de la intervención y el apoyo tempranos a los niños con riesgo de padecer problemas de salud mental, lo que debe incluir apoyo, orientación y formación personalizados para los nuevos padres.
"Un apoyo adecuado podría consistir en algo tan sencillo como ofrecer a los nuevos padres información clara y actualizada sobre la mejor manera de gestionar el comportamiento de los niños pequeños en distintas situaciones --afirma--. Es evidente que el estilo de crianza puede agravar los riesgos para la salud mental. Es algo que podemos abordar fácilmente".
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