Salud
Las enfermedades que impiden que una persona suba de peso
Toda pérdida de peso que una persona previamente sana no ha buscado deliberadamente suele indicar la existencia de una enfermedad sistémica.
La Clínica Universidad de Navarra asegura que casi el 50% de los pacientes que aseguran haber experimentado adelgazamiento importante, en realidad no presentan ningún cambio del peso corporal que pueda medirse objetivamente.
Según el portal web de dicho hospital universitario español, toda pérdida de peso importante que una persona previamente sana no ha buscado deliberadamente suele indicar la existencia de una enfermedad sistémica.
¿Cuáles son las enfermedades de la pérdida de peso?
Las personas que padecen cuadros patológicos que justifican la pérdida de peso suelen tener signos y síntomas que permiten sospechar la afección de un determinado órgano, aparato o sistema corporal.
Los tumores del aparato digestivo, incluidos los de páncreas e hígado, pueden disminuir tempranamente la ingestión de alimentos y producir pérdida de peso antes de la aparición de otros síntomas.
La depresión y el aislamiento pueden originar pérdida importante de peso, sobre todo en las personas de la tercera edad. En la enfermedad pulmonar obstructiva crónica y en la insuficiencia cardíaca congestiva llega a aparecer anorexia y un mayor gasto energético en reposo.
El adelgazamiento puede ser la primera manifestación de algunas enfermedades infecciosas, como la infección por el VIH, la tuberculosis, las endocarditis y las infecciones fúngicas y parasitarias.
La diabetes mellitus de aparición reciente suele acompañarse de adelgazamiento a causa de la glucosuria y de la pérdida de los efectos anabolizantes de la insulina.
La insuficiencia suprarenal puede sospecharse por la hiperpigmentación, la hiponatremia y la hipercaliemia.
¿Cómo diagnosticar la pérdida de peso?
La Clínica Universidad de Navarra indica que se deben identificar signos o síntomas que estén vinculados con cuadros que por lo común producen pérdida de peso, como la fiebre, los dolores, la disnea o la tos, las palpitaciones, los cambios de la micción y los signos de alguna enfermedad neurológica.
También deben identificarse trastornos gastrointestinales, como la dificultad para comer, la disfagia, la anorexia, la náusea y los cambios en el hábito de la defecación.
Los médicos deben preguntar por viajes y el consumo de cigarrillos, de alcohol y de toda clase de medicamentos, e indagar también sobre los antecedentes de otras enfermedades o de intervenciones quirúrgicas, así como sobre las enfermedades que han padecido los parientes.
Hay que evaluar los factores de riesgo de la infección por el VIH, y también deben buscarse la existencia de signos de depresión o demencia senil.
La exploración física que se realiza es completa y se va valorando aparato por aparato para comprobar si existen alteraciones. En los hombres debe practicarse un tacto rectal para palpar la próstata y un estudio de identificación de sangre oculta en excrementos; y todas las mujeres deben someterse a un tacto ginecológico, aunque se les haya extirpado la matriz.
Las pruebas de laboratorio deben consistir en un hemograma con recuento de glucosa, electrólitos, pruebas funcionales del hígado y riñón, calcemia y TSH, análisis de orina y una radiografía de tórax.
En caso de que hayan signos o síntomas gastrointestinales, la endoscopia alta o baja y el estudio abdominal mediante tomografía computadorizada o resonancia magnética, tienen un índice de confirmación diagnóstica relativamente alto.
Por último, si no se detecta causa alguna que explique el adelgazamiento, conviene que el profesional de la salud programe una cuidadosa vigilancia clínica del paciente que a insistir en otras pruebas sin ninguna orientación clínica.
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