Fueron las mujeres más bellas del mundo. Su presencia en el cine coincidió en los años sesenta del siglo pasado (o sea, hace una eternidad) con la ruptura del puritanismo imperante en la gran pantalla, donde actitudes provocativas, escotes pronunciados, lenguaje atrevido, para no hablar de desnudos o sexo, estaban prohibidos.

Tanto en Estados Unidos con el código Hays, inspirado en el rigor protestante, como en Francia e Italia, donde la Iglesia Católica, consideraba al cine un peligroso instrumento de relajación moral para los buenos cristianos. Con razón.

Y he aquí que aparecen como dos ciclones que derrumbaban todos los prejuicios Brigitte Bardot en Francia y Sofía Loren en Italia, con sus cuerpos voluptuosos, sus rostros perfectos e incitantes, su descarada juventud. Pero, sobre todo, con una actitud desafiante de hacerse valer como mujeres a la vez dispuestas e inalcanzables, a cuyo alrededor los varones caían como moscas.

Brigitte es un invento de Roger Vadim, el director de cine que la seduce cuando era una adolescente y se casa con ella, el primero de varios. Sofía, una niña pobre que gana un concurso de belleza, es un invento de Carlo Ponti, un productor veinte años mayor que abandona a su mujer y se casa con ella por poder, en México, desatando un escándalo por bigamia en Italia, donde casi la excomulgan. Su gran y único amor.

Ambas acaban de cumplir 90 años, lo cual es una catástrofe para quienes las hemos visto siempre jóvenes y bellas en la eternidad del cine.

Brigitte se retira del cine sin arrepentimientos a los 39 años, en la cumbre de su fama. Pronuncia una frase inmortal de despedida. “Le he entregado mi juventud a los hombres y voy a entregarle mi madurez y mi sabiduría a los animales” y se dedica a proteger cuanta especie amenazada y cuanto animal desamparado encuentra en su camino.

Hoy es una matrona que no disimula sus arrugas, sin gota de maquillaje y unos kilos de más viviendo en Saint Tropez, sitio que hizo famoso, con un marido anciano de extrema derecha, como ella, con comentarios sobre la influencia negativa de la inmigración musulmana en Francia, que todavía ocasionan escándalos de cuando en cuando.

Sofía nunca deja de hacer cine. Ni siquiera cuando le toca interpretar papeles de mujer anciana. Vive en Suiza, por razones fiscales, pero su villa en Italia era un palacio renacentista decorado con el más sofisticado lujo.

Siempre vestida por grandes modistos, su rostro bellísimo de antaño bajo capas de maquillaje, un tanto afectado por las cirugías plásticas. Fue y sigue siendo la ‘vedette’, la estrella. Fue además una gran actriz que se ganó con sus interpretaciones dramáticas todos los premios existentes, incluyendo dos Óscar.

Sofía Loren se realizó en el cine. Brigitte Bardot fue su víctima. Sofía floreció en la pantalla como mujer por su belleza y sus condiciones como actriz. El cine fue su vida. Brigitte confiesa que siempre se sintió atrapada, como un animal en una jaula. Odiaba las grabaciones, la popularidad, la adoración de las multitudes y de los amantes, madre muy joven no estaba interesada en la maternidad.

Dejó el cine sin amarguras, para liberarse, como las focas recién nacidas que quería rescatar en el polo de los cazadores de pieles. Ambas, la mujer anciana que aún brilla ante las cámaras, la otra, la anónima protectora de animales, de 90 años. Una catástrofe.