Columnistas
Migrantes, campañas y moralidad
La importancia política de los migrantes para la campaña solo es comparable con su nula importancia moral.
Aún sin resultados oficiales y sin comunicado final, la diferencia con respecto a los votos que había obtenido Kamala Harris, le ofrecía a Donald Trump la convicción de que nuevamente sería presidente de los Estados Unidos. Quienes seguimos su campaña, pudimos constatar que, otra vez, hubo un tema transversal y estratégico: los migrantes. En la primera campaña a la presidencia y con la promesa de cerrarles el paso, Trump prometió la construcción de un muro a lo largo de la frontera sur por el que, según él, pagaría el gobierno mexicano. Tras hacerse con la victoria en 2016 y tras cuatro años de mandato, ni el muro fue construido en su totalidad, ni fue pagados por los mexicanos.
Esta, su segunda campaña, se fundó sobre la promesa de deportar la mayor cantidad de inmigrantes indocumentados en la historia del país. En la revista Time, llegó a confesar que su deportación masiva sacaría del país entre 15 y 20 millones de personas indocumentadas. Estos números delirantes son solo una promesa absurda: Trump prometió la expulsión de inmigrantes que no existen, pues la cifra de indocumentados en este país no supera los 12 millones.
Tan grandilocuentes son las soluciones que propone, como nimios sus conocimientos sobre lo que promete solucionar. Si la idea de construir un muro de 3000 kilómetros demuestra su ingenuidad, la promesa de expulsar una cifra de inmigrantes que no existen deja en evidencia sus delirios. Tanto en una campaña como en otra, los migrantes fueron un baluarte valioso y táctico para Trump, siendo utilizados como las piezas, quizá más importante, de su estrategia.
Mientras este hombre dibujaba promesas de campaña quiméricas, como la deportación de millones de personas, miles exponían sus vidas y las de sus hijos en una selva que quienes la han logrado cruzar comparan con el infierno: el Darién. Trump convirtió las vidas de estos seres humanos en piezas de ajedrez y sus movimientos migratorios en una partida que se debía ganar a cualquier precio. Y que, finalmente, ganó. Huyendo de crisis económicas y de conflictos armados, estas personas emprenden un viaje titánico con un motivo que todos, quienes migran y quienes no, compartimos: todos queremos vivir mejor.
Al tratárseles como asesinos con genes malos, como criminales que no son en sentido estricto personas o como devoradores de mascotas, como lo hizo el hoy elegido Donald Trump, se desdibuja la humanidad de los migrantes y, con ello, la responsabilidad moral que todos tenemos con ellos. La importancia política de los migrantes para la campaña solo es comparable con su nula importancia moral. A los migrantes no solo se les ha querido dejar por fuera de las fronteras de un país, sino también de las fronteras morales de la humanidad.