Columnistas
Balance agridulce
El gobierno celebra la caída de la inflación, lo cual es cierto, pero omite informar que seguimos teniendo el mayor registro entre nuestros pares de la región...
Ha sido un año retador tanto en lo político como en lo económico. En el ámbito interno, hemos observado el paulatino desgaste de Gustavo Petro y su gobierno, plagado por escándalos de corrupción y marcado por la incompetencia. Su más íntimo círculo familiar y político enfrenta a la justicia, mientras la campaña que lo llevó al poder ha sido acusada por el Consejo Nacional Electoral de exceder los topes de financiamiento, lo que pone en tela de juicio la legitimidad de su mandato.
Mientras esto ocurre, la violencia se ha ensañado cada vez más con el país. Las masacres están a la orden del día. Las hectáreas de cultivos ilegales continúan creciendo exponencialmente, llegando a 253 mil hectáreas, alimentando combustible al narcotráfico y a los grupos armados al margen de la ley. Departamentos como el Valle del Cauca, Cauca, Norte de Santander y Arauca son continuos blancos de ataques terroristas. Jamundí tiene el deshonroso primer lugar en número de atentados con explosivos. Todo esto ocurre frente a la mirada impávida de un gobierno que parece más enfocado en lo que pasa en Gaza, pero guarda sepulcral silencio sobre el asesinato de un niño por negarse a ser reclutado por las Farc. Mientras tanto, casi la mitad de los municipios del país tienen ya presencia del Eln, o las disidencias de las Farc, o el Clan del Golfo y /o el Tren de Aragua. Nos devolvimos 25 años.
Por el lado económico tampoco escampa. Tendremos este año uno de los registros económicos más bajos de los últimos años con el 1,8 % de crecimiento, por debajo del promedio de América Latina y el Caribe que es del 2,2 %, y por debajo del promedio mundial del 3,1 %.
Increíblemente, con la peor ejecución, llegamos a tener crisis de caja, lo que obliga a un cierre de año de drásticos recortes presupuestales, tras la negativa del Congreso a una segunda reforma tributaria.
El gobierno celebra la caída de la inflación, lo cual es cierto, pero omite informar que seguimos teniendo el mayor registro entre nuestros pares de la región, con excepción de Venezuela y Argentina. Este último con reducción a la décima parte por Milei. Igual con el desempleo, que cayó lentamente a un dígito y se ubica en 8,2 % en noviembre, lo que parecería un gran logro. La realidad es que tenemos el peor registro entre todos los pares de la región, y aquí sí incluimos a Argentina, pero excluimos a Venezuela por falta de datos. Todo esto nos lleva a ser los rezagados del continente.
Sin embargo, hay razones para el optimismo, y provienen principalmente de las regiones. Las alcaldías de Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla, Bucaramanga y Cartagena, están desarrollando proyectos de alto impacto que transformarán sus ciudades positivamente. Solo Cali se apresta a iniciar un ambicioso y futurista programa de $3,5 billones que la proyectará como una urbe de primer nivel. Lo increíble es que el esfuerzo lo hacen solo con el apoyo de los entes departamentales, toda vez que el Gobierno Nacional no ha comprometido nuevos recursos por pura mezquindad ideológica.
La última pieza que faltaba en la ecuación del 2024 es el componente internacional. El descenso de la izquierda y la cultural progre en el plano político y cultural, nos da esperanza de que la sensatez y el buen gobierno nos devuelva el crecimiento y la prosperidad. La elección de Trump en Estados Unidos y la de Milei en Argentina, junto con el éxito arrollador del gobierno de Bukele en El Salvador, nos mostró en Colombia hacia donde tenemos que virar en el 2025 y el 2026 para acelerar nuestra anémica economía, reactivar la producción y el empleo, y recuperar la seguridad perdida.