Como presidente electo, Trump ha hecho un aluvión de declaraciones que más vale observar con mucho cuidado.
Ha afirmado que México está “controlado por los carteles” y designará esos carteles “como organizaciones terroristas extranjeras inmediatamente”, que “debe dejar de permitir que millones de personas se vuelquen sobre nuestro país” y que iniciará el mayor plan de deportación de extranjeros de la historia.
También sostuvo que no descarta el uso de la fuerza para asegurar el control del Canal de Panamá. Y, tras la detención de María Corina Machado por parte del régimen chavista, reconoció a Edmundo González como el presidente legítimo y exigió que “estos luchadores por la libertad no deben sufrir daño y deben permanecer seguros y con vida”.
De lo dicho se deducen varias líneas claras para América Latina. Trump retomaría con fuerza la lucha contra el narcotráfico y parece estar dispuesto a usar no solo estímulos para ello, a la manera del Plan Colombia, sino también garrote como sanciones económicas contra los gobiernos que no colaboren en el propósito. Terminará la tolerancia con la claudicación de Gustavo Petro en la lucha contra el narcotráfico.
Aumentará la presión para que los países de tránsito no permitan el paso de inmigrantes hacia los Estados Unidos, pondrá en práctica una política de deportación masiva y presionará a los países de expulsión para que acepten sin demoras su devolución.
Desde Petro, Colombia es también un país del que migran masivamente sus ciudadanos.
La nueva administración de la Casa Blanca tendrá poca tolerancia con los coqueteos a China. El discurso de Trump sobre el Canal de Panamá, más allá de un enorme exabrupto a la luz del derecho internacional porque no hay duda alguna de que el canal es panameño y de que la amenaza de matón de usar la fuerza es inaceptable, se explica por la percepción en Washington de que los anteriores gobiernos panameños se equivocaron gravemente al otorgarles a los chinos el control de puertos en Colón y en Balboa.
El ejemplo de Yibuti, situado a la entrada del Canal de Suez, donde el puerto se convirtió en la primera base militar de China en el extranjero, prendió aún mucho más las alarmas.
La declaración de Trump sobre María Corina y González muestra que la tolerancia con el régimen de Caracas será mucho menor que la que tuvo Biden, que se desentendió de Venezuela (y de Colombia) para no abrir un frente nuevo en su patio trasero.
Reflexión final: en sus últimas declaraciones, Petro parece dispuesto a buscarle pleito a Trump, en la línea típica de la izquierda extrema latinoamericana de encontrar un enemigo externo al cual culpar de todos los males. Más le vale tener cuidado. No hay que pisarle la cola al tigre. En especial cuando se tiene rabo de paja.