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Con Trump no se juega
La conducta del gobierno colombiano da cuenta de su total ineptitud, su incapacidad de entender el contexto internacional, las preocupaciones y sistema legal de otra nación que es amiga y socia.
Lo acontecido ayer con las medidas tomadas por el presidente Trump ante un comportamiento inexplicable de Colombia, da la pauta de lo que será la interacción con los vecinos de Latinoamérica en asuntos vinculados a intereses estratégicos de su país.
La actitud del gobierno colombiano al aprobar dos vuelos que traían repatriados y luego cancelar la autorización sin explicaciones cuando ya estaban al aire, constituye acto inamistoso grave hacia un socio que, quiérase o no, seguía la estrategia definida por su sistema legal para solucionar un problema que considera agobiante. La conducta del gobierno colombiano da cuenta de su total ineptitud, su incapacidad de entender el contexto internacional, las preocupaciones y sistema legal de otra nación que es amiga y socia. Tanta estupidez no podía menos que interpretarse como desafío, complicidad con los infractores u oportunidad para obtener un espurio dividendo político.
Pero lo que no resulta lógico es que las sanciones golpeen de manera indiscriminada a todos los habitantes de la nación, tal y como lo hará el uso del mecanismo arancelario y las restricciones financieras internacionales. Ese carácter general tendrá un efecto contrario: en vez de debilitar a Petro y su nefasto gobierno será aprovechado por él para victimizarse, convocar el nacionalismo, relanzar la carreta antiyanqui, lavarle la cara a un gobierno presidido por el odio, el deseo de destruir, la permisividad frente a lo ilegal. Peor aún, el autócrata en ciernes podría encontrar así la oportunidad de perpetuarse con argumentos referentes a la soberanía nacional.
Lo que estamos viviendo puede dar elementos sobre lo que pasaría con Panamá. Allá la cuestión es compleja debido a que empresas provenientes de la República Popular de China adelantan ambiciosos proyectos en casi todos los sectores de la economía y una de ellas maneja los puertos de Balboa y Cristóbal, estratégicamente situados a las entradas del canal sobre el océano Pacífico y el mar Caribe.
Tal aspecto preocupa a los analistas por cuanto se estaría permitiendo al gigante asiático acceder a sensible información Comercial de Estados Unidos. Esto porque el canal constituye una arteria vital para el aprovisionamiento del país, tanto que según algunas estimaciones por la vía pasa el 40 % de su comercio. También se menciona el riesgo militar dada la posible transparencia informativa de las empresas chinas con las autoridades de su país.
El asunto fundamental es que el tratado de neutralidad del Canal y sus complementos se orientan a asegurar que la vía permanezca abierta, neutral, segura y accesible. También se indica que si el canal fuese obstaculizado, Estados Unidos tendrá el derecho a impedirlo. Incluso elementos el texto hace pensar que esa intervención podría extenderse fuera de la línea canalera. El mundo quedó advertido de esta circunstancia en 1977, cuando el general Omar General Torrijos al firmar los acuerdos a nombre de su país aceptó las condiciones diciendo: “Estamos pactando un trato de neutralidad que nos coloca bajo el paraguas defensivo del pentágono, pacto este que, de no ser administrado juiciosamente por las futuras generaciones, puede convertirse en un instrumento permanente de intervención”.
La manera como procederá Donald Trump en este asunto es un enigma, pero es de prever que lo suyo no será un juego.
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