Columnistas
El Bosquecillo
Esa hermosa finca que es parte de la fundación que se llama ‘Tierra Nueva, Vida Nueva’, ofrece la oportunidad de tener un espacio meditativo...

Esta semana tuve la alegría de conocer un emprendimiento hermoso en las montañas de los majestuosos Farallones de Cali, un proyecto que tiene como objetivo permitirle la oportunidad a niños, a personas mayores, a todo tipo de gente sin distinción de clase o creencias de tener contacto con la naturaleza, muchos de ellos en condiciones menos favorecidas que seguramente no han tenido la posibilidad de estar en medio de un bosque con hermosa vegetación, senderos dónde caminar, con nacimientos de agua y hasta un pequeño lago. El Bosquecillo tiene acomodación para que muchas personas puedan inclusive dormir allá y un comedor donde se preparan deliciosas comidas para atender no solo al personal de planta, sino a los invitados que allí llegan.
Este hermoso proyecto nace del sueño del místico sacerdote Amadeo Eberle que al nacer lo bautizaron Ama Deus (ama a Dios, en latín). En el trópico se convirtió en Amadeo, así, a secas. Nacido en la Suiza alemana y graduado en teología y filosofía en los gélidos Alpes austríacos, Innsbruck, hijo de campesinos, con mente abierta y crítica, cuestionador de muchas actitudes de la Iglesia Católica, se inclina por la reconciliación y la equidad, considera ‘patriarcalista’ el nombre de Dios y prefiere llamarlo Divinidad.
Ya hace 42 años llegó a Colombia con su vocación de servicio, un verdadero ejemplo de compromiso y un convencido de que el cuidado espiritual tiene un componente muy importante en el reconocimiento y el cuidado de la naturaleza. Esa hermosa finca que es parte de la fundación que se llama ‘Tierra Nueva, Vida Nueva’, ofrece la oportunidad de tener un espacio meditativo, reflexivo, de silencio, para todo el que tenga fe, reencontrarse con la divinidad y cambiar la visión y la manera de percibir, actuar y sentir, acompañados de la naturaleza, el silencio y la introspección.
Como todo proyecto social, el sostenimiento no es fácil y recibe pequeñas donaciones de sus amigos en Suiza y Austria, y con la mano de obra de voluntarios que ponen su trabajo para mantener las instalaciones impecables.
Conocí a Amadeo, él prefiere que no le diga padre, hace unos años y de allí nació una linda amistad y una gran admiración, ya que nos identificamos en muchas cosas y para mí se ha vuelto un referente de la que es una misión bien cumplida en favor de trabajar por una mejor especie humana, que en el respeto y la tolerancia a las diferencias está la clave para poder vivir en paz entre nosotros, somos unos convencidos de que la violencia y la agresividad no traen sino más guerras y sufrimiento.
Amigo entrañable Amadeo, quiero expresarle todo mi cariño y ojalá que el mundo estuviera lleno de muchos padres Amadeos, ve, perdón, ¡de muchos Amadeos!
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