El pais
SUSCRÍBETE

Columnistas

Uno mismo

Hay que acabar la conmoción interna y escribir una historia distinta, o si estamos en ella, creérnosla.

23 de marzo de 2025 Por: Paola Andrea Gómez Perafán
Paola Andrea Gómez.
Paola Andrea Gómez. | Foto: El País.

Uno mismo

Uno mismo se enreda,

uno mismo se ordena,

uno mismo se hunde,

uno mismo se eleva.

Uno mismo se encierra

y se corta las alas,

uno mismo se enferma.

Uno mismo se sana,

uno mismo se odia, uno mismo se ama

Quizás estés cantando esta estrofa en la mente, mientras lees, y todo parece tan fácil. Pero esto, es más, muchas más que una simple canción de amor propio, interpretada por el gran Tony Vega y escrita por el cubano Titti Soto. Hay mucho en ella de eso que a veces nos cegamos a entender, o simplemente no quisimos ver. Sobre todo, cuando dejamos de escucharnos. No está mal oír consejos, apelar a la sabiduría de quienes a bien elegimos acompañarnos en el camino, pero lo que en definitiva no está bien es que olvidemos el inmenso potencial y la fuente de energía que nos habita, para sumergirnos en un espiral de incertidumbre, que impide ver la luz en medio del caos.

Quizás nos falte determinación, porque la mente, que es mejor tener de aliada que de enemiga, nos dice que hay que esperar, que quizás más adelante, que se debe planear, sumar, restar, dividir y luego sí ejecutar. O, lo que puede resultar peor, que hay que dejarlo todo en manos del destino.

Es probable que en ocasiones las cosas no salgan como se planearon y que una fuerza sobreprotectora nos libró de un proyecto, un viaje, una ciudad o cualquier otra idea que tuviéramos en cocción. La espiritualidad nos dice que a cada persona le corresponde su ángel, su guía, o como se interprete, según la creencia, y está en sus manos aliviarnos o protegernos de todo mal y peligro.

Lo que sin duda está en nuestras manos es cada decisión que tomamos en la vida, en función de nuestro bienestar. Pueden aparecer enfermedades, desafíos, pérdidas o batallas inesperadas, pero somos nosotras, nosotros, quienes elegimos cómo enfrentarlas. Y eso no quiere decir que seamos malas personas, o irresponsables, sino que priorizamos nuestra salud mental, porque en ella está el dispensario de energía que necesitamos para enfrentar los días grises y abrazar los soleados.

Autosabotearnos es una tendencia tan usual, fruto, quizás, de voces que restan más de lo que suman, o de ser nuestros propios verdugos. Ahí es donde está el peligro más grande, que puede llevar incluso a padecer, eso que la sicología define como el síndrome del impostor: una sensación constante de insuficiencia, que cuestiona nuestros méritos, y nos hace creer indignos de que nos pasen cosas buenas.

Dice la canción con que inicia esta columna que uno mismo es la niebla, uno mismo es la llama, uno mismo se enciende y uno mismo se apaga. Pues bien, mantengamos el fuego vivo y olvidémonos de ese cuento de que no somos capaces o buenos para hacer lo que sabemos y queremos.

Hay que acabar la conmoción interna y escribir una historia distinta, o si estamos en ella, creérnosla. Crear un ambiente sano, ilusionarse, sentir la vida y el privilegio de estar en ella, adornándola de aquello que nos hace bien. Construir una narrativa, ausente de dudas y miedo. No somos impostores, somos el resultado de nuestros esfuerzos, aprendizajes, cicatrices y experiencias. Cuando recuperamos la confianza, damos un paso hacia una versión más poderosa de lo que queremos ser.

Honrando el mensaje de la canción que va en línea con esta columna, cierro con una de sus frases finales, para que quede en nuestra mente y nuestro corazón.

Uno mismo se pierde,

uno mismo regresa,

somos responsables de nuestra felicidad,

que uno mismo comienza.

@pagope

Regístrate gratis al boletín de noticias El País

Descarga la APP ElPaís.com.co:
Semana Noticias Google PlaySemana Noticias Apple Store

Te puede gustar

AHORA EN Columnistas

Gonzalo Gallo

Columnistas

Oasis