Avanza ya el 2025 y es válido preguntarse cómo será este año para los colombianos. Entonces hay que pensar en los grandes retos que tiene el país en temas como la violencia que generan los distintos grupos armados ilegales en varias regiones. También, en los graves problemas que aqueja la prestación de los servicios de salud en el territorio nacional, en la necesidad de que haya más fuentes de empleo digno, que se fomente la iniciativa de inversión privada e incluso en lo endebles que se perciben las finanzas públicas de la Nación.
Asuntos muy importantes, pero no los únicos, que tienen mucho que ver con los colombianos, pues no solo afectan su vida cotidiana y la de sus familias, sino que son determinantes para que se pueda construir un proyecto común de Nación que, en medio de las diferencias, se una en torno a la búsqueda de un futuro próspero para todos.
Para lograr ese propósito es necesario que el país entero, cada colombiano, haga una apuesta por la tolerancia, y entienda que su punto de vista no es el más importante, ni el mejor y muchos menos el único. Que hay otras voces alrededor y que se puede ganar mucho si todas las personas se toman el trabajo de escuchar al otro, así al final se siga pensando distinto e incluso se rechacen los demás argumentos.
Ese es el proceder que debería guiar la charla privada, pero también la conversación pública, es decir, la que se produce con los pronunciamientos de los gobernantes, el Congreso, el aparato judicial, los gremios, la oposición política, los sindicatos, los medios de comunicación, las organizaciones sociales y la ciudadanía misma.
Pero es aquí donde, por cuenta especialmente de las redes sociales y las fake news, está fallando el diálogo nacional. Mas no aquel del que han hablado el presidente Gustavo Petro y otros miembros del Ejecutivo, sino el que se produce de manera espontánea a partir de lo que unos y otros piensen sobre cualquier tema de interés general.
Así lo demuestra el alto nivel de agresividad e irrespeto con el que personas del común, pero también políticos y funcionarios interactúan en espacios como X. Y lo paradójico es que son precisamente estos últimos, empezando por el Jefe de Estado, los llamados a dar ejemplo de tolerancia y atención a lo dicho por los demás, y sobre todo por los que piensan distinto, no para acatarlo sin miramiento alguno, sino para enriquecer o replantear esas decisiones que todos los días se toman y que afectan positiva o negativamente la vida de los colombianos.
Por ello, ahora que empieza este 2025, y cuando sobre la mesa del Legislativo hay temas tan importantes como la superación de los problemas que aquejan el sistema de salud y las modificaciones de las leyes laborales, es necesario que tanto el oficialismo como la oposición lleguen a esas discusiones con argumentos sólidos, pero no salidos de tono, de manera que unos y otros se escuchen, para que las decisiones que al final se tomen correspondan al mayor consenso posible, en favor siempre del bienestar de toda la población.
Entonces, sin recabar en los resultados, se podrá decir que Colombia avanza como Nación.