Editorial
Expuestos a las balas
Que en Cali cada año maten a casi 1000 personas son datos de una ciudad que continúa en guerra...
Cali cerró el 2024 con lo que algunos consideran una gran noticia: una disminución en los homicidios de un 7%, comparado con los datos del 2023. Según el informe de la Alcaldía, en los 12 meses de 2024 en la ciudad “se salvaron” 67 vidas. Se pasó de 1.013 homicidios registrados en 2023 a 946 casos en 2024.
De esta manera, Cali se convirtió también en la ciudad que más aportó a la disminución de homicidios a nivel nacional, por encima de capitales como Bogotá y Medellín.
Las autoridades le atribuyen el logro al trabajo articulado. Según el Comandante de la Policía, durante el año que acaba de terminar fueron capturadas 5.683 personas, y se desarticularon 95 grupos de delincuencia organizada. También se incautaron 1.223 armas de fuego, todo un arsenal. ¿Cuántas armas circulan en las calles entonces?
La reducción de los homicidios por supuesto es positiva, toda vida salvada es motivo de celebración, pero las cifras siguen siendo aterradoras. Que en Cali cada año maten a casi 1000 personas son datos de una ciudad que continúa en guerra, y en la que en muchas ocasiones quienes caen son inocentes.
El 2024 quedará en la historia como el año en el que murió víctima de una bala perdida Joel Canaval, estudiante de Economía y Negocios de la Universidad Icesi. Tenía 18 años. El viernes 26 de julio, Joel se encontraba conduciendo su vehículo, esperando desprevenido el cambio del semáforo en la Calle 16 con 87, unos metros más adelante del Centro Comercial Jardín Plaza, cuando una bala le impactó su cabeza después de un cruce de disparos entre un conductor y sicarios en moto.
Joel no hacía parte de ningún grupo armado, no le debía nada a nadie. Su sueño era graduarse, hacer empresa, jugar al fútbol. Era hincha del América. En la Universidad Icesi sembraron junto a la cancha un árbol en su honor; un guayacán amarillo.
Su historia y las de las otras víctimas de las mal llamadas ‘balas perdidas’ nos recuerda que los caleños permanecemos expuestos a la guerra que se libra en una ciudad con miles de armas circulando en las calles sin mayor control y en la que pareciera que quitarle la vida a otro parece muy fácil, un asunto sin consecuencias.
El pasado 27 de diciembre, a las 4:15 de la tarde, un sicario entró al centro comercial San Andresito del Sur y, pese a la multitud de clientes, y pasillos y locales atestados de cámaras de seguridad, así como guardas, sacó su arma y le propinó tres disparos al administrador de una joyería. Apenas unos segundos antes una familia entera había pasado por el lugar. Un día después, en el barrio El Ingenio, una mujer resultó herida después de un cruce de disparos en un semáforo en medio de un robo.
Pese a las buenas noticias en seguridad, los caleños vivimos expuestos a la violencia cotidiana, donde los casos por lo regular se resuelvan con el rótulo “balas perdidas”, pues la impunidad es casi del 90%. Cali sigue siendo una ciudad armada y controlar el arsenal que circula a diario debe ser un propósito para hacer de esta capital por fin una urbe segura para todos.