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Los medios de comunicación tienen el deber de señalar los populismos, las polarizaciones, y las posverdades en las que incurran los candidatos, mujeres y hombres.

La geopolítica del mundo está en una crisis creciente y sus consecuencias se manifiestan en todas partes, como sería una guerra mundial y es el incumplimiento de los compromisos respecto al cambio climático y la Amazonía, y las secuelas económicas que ya son evidentes. Por eso estas amenazas deben ser consideradas para las próximas elecciones en Colombia, a partir de cómo afectan al país en sus relaciones internacionales; en su ‘guerra’ interna, el narcotráfico, la corrupción, las desigualdades y las discriminaciones; en lo agropecuario, la industria, el comercio, el empleo, la salud, la vivienda, las ciudades y la seguridad, y la movilidad en ellas y en todo el territorio y con los países vecinos; y la educación.
Por eso los medios de comunicación tienen el deber de señalar los populismos, las polarizaciones, y las posverdades en las que incurran los candidatos, mujeres y hombres, para que los electores hombres y mujeres, puedan escoger por propuestas y programas, y no apenas por personas, incluyendo sino sus nombres al menos los perfiles de los demás funcionarios que los acompañarían de ganar; y sus asesores, ya que ninguno puede saberlo todo de todo. Y ante todo, hay que evitar esas tres ‘Ps’ que, como señala Moisés Naím en La revancha de los poderosos, 2022, son las herramientas con que ‘se obtiene, se usa, se abusa y se pierde el poder en el siglo XXI’ las que ponen en peligro la democracia en todo el mundo.
Mucho ayudaría que los medios hicieran entrevistas a todos los candidatos, hombres o mujeres, con las mismas preguntas referidas a esos temas, más otros que consideren pertinentes, y solo unas pocas preguntas personales, y llevarlos a que tengan que ser explícitos, sintéticos y claros con sus respuestas, a partir de las cuales después podrán ser analizados con seriedad y pertinencia si fueran elegidos. Todo esto contribuiría a disminuir la abstención en las elecciones, impidiendo que se continúe eligiendo, con solo el voto de alrededor de una cuarta parte de los ciudadanos con derecho al voto, el gobierno de todos los habitantes del país; e ignorando la autonomía administrativa de sus departamentos y ciudades.
La democracia y el buen gobierno comienzan por la transparencia y oportunidad de la información. Los contribuyentes tienen todo el derecho a que se les informe con tiempo; y el deber de criticar con tiempo, o si no para qué, ya que lo que se necesita es la participación activa y oportuna de la ciudadanía. Pero para lograrlo, además de buscar mejores programas de gobierno y candidatos con experiencia y conocimiento de las ciudades, también se tendrían que formar mejores electores: mejores ciudadanos, mejor informados, que no permitan a los politiqueros turnarse en el negocio del poder ni, aún mucho peor, el gobierno de esos dictadores que ahora son ‘elegidos’; y basta con recordar que no son pocos por todo el mundo.
Y no sería mucho pedir que los candidatos, mujeres y hombres, opinen sobre la pertinencia en Colombia de un ministerio de las ciudades, de la necesidad de una ética del ejercicio profesional del urbanismo, el paisajismo y la arquitectura y, en consecuencia, la reforma de su enseñanza en las universidades; todo esto considerando que en este país cada vez es mayor su población, lo que ha provocado que unas pocas de sus ciudades crezcan mucho y muy rápidamente, llevando a su actual desorden, pérdida de calidad de vida en ellas, y mal comportamiento de sus habitantes en los espacios urbanos públicos. Lo que demanda una perentoria educación cívica para todos, de la cual los candidatos deben dar ejemplo.
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