La equidad no es solo cuestión de mujeres

A raíz del 8M, y luego de revisar artículos, discursos, comentarios en redes, podcasts y charlas cotidianas que se han desarrollado a lo largo del mes de marzo, me detuve a reflexionar sobre la equidad de género y quiénes somos responsables de promoverla en la sociedad.

Lo primero por resaltar es que este no es solo un asunto de justicia social, sino también un imperativo para el desarrollo económico. La ONU ha recordado que la reducción de las brechas de género podría aumentar el producto interno bruto per cápita en un 20 %. Para alcanzar esa meta, debemos construir sobre tres pilares fundamentales: el cuidado, el liderazgo femenino y la corresponsabilidad de los hombres.

Lo segundo está relacionado con las labores de cuidado que han recaído de manera desproporcionada en las mujeres, y este trabajo, esencial para el bienestar individual y colectivo, ha limitado sus oportunidades de desarrollo profesional, educativo y personal. Es hora de reconocer el valor del cuidado y de redistribuir las responsabilidades de manera más equitativa.

Un tercer aspecto crucial es promover el liderazgo femenino. Necesitamos más mujeres líderes en todos los ámbitos, desde las empresas hasta la política, incluyendo una mayor participación en las juntas directivas. Su visión y capacidad de gestión enriquecen la gobernanza con perspectivas diversas, liderazgo efectivo y un compromiso con la equidad. Debemos eliminar las barreras que dificultan su acceso a puestos de liderazgo y crear entornos donde puedan florecer.

Lo cuarto es comprender que la equidad de género no es un tema exclusivo de mujeres, sino que requiere la participación comprometida de los hombres, cuya corresponsabilidad es esencial para lograr un cambio cultural profundo, fomentando su involucramiento en el hogar y en el ámbito laboral, para que asuman un rol más activo en las tareas de cuidado y en la promoción de la igualdad.

Históricamente, las mujeres han enfrentado desigualdades que limitan su acceso a educación, trabajo, política y decisiones. Esta situación genera un impulso comprensible hacia la equidad de género. Las diferencias en las experiencias de mujeres y hombres, como la violencia de género, la discriminación laboral, la distribución del cuidado y las oportunidades de desarrollo, hacen relevante este tema. Los roles de género y los estereotipos tradicionales, que asocian a las mujeres con el cuidado y a los hombres con el poder, pueden perpetuar estas desigualdades y dificultar el progreso hacia la equidad.

Es fundamental incluir a los hombres en esta conversación, más que como aliados, como actores, cuyas voces y experiencias deben ser valoradas. Reconocer su papel en la co-construcción de la equidad es esencial para diseñar estrategias efectivas y lograr un cambio real. Debemos derribar el mito de que el enfoque de género busca excluir a los hombres. El objetivo principal es incluir a las mujeres y lograr espacios equitativos para todas y todos.

El quinto punto para aportar a la equidad es, entonces, consecuencia de todo lo anterior: hay que promover comportamientos no violentos como un paso necesario para transformar las dinámicas sociales. Los hombres tienen un papel fundamental en este proceso. Al involucrarlos, aliviamos la carga de las mujeres, construimos relaciones más significativas y seremos mejores padres, compañeros, hijos y seres humanos.

La equidad de género no es cuestión solo de las mujeres, es un objetivo de toda la sociedad. Solo si trabajamos conjuntamente, hombres y mujeres, podremos construir un futuro más justo e igualitario. Un futuro donde tejer redes de igualdad sea nuestra prioridad.

*Presidente de la Fundación WWB Colombia