Editorial
La deuda con la zona rural
El llamado es a la actual Administración Municipal para que atienda los reclamos de esos 40.000 caleños que habitan en los 15 corregimientos y 85 veredas.
Los 40.000 caleños que habitan en la zona rural de Cali ya no aguantan más promesas incumplidas. Por décadas sus reclamos se han embolatado en los laberintos de la Administración Municipal mientras los proyectos ofrecidos parecen destinados a terminar, al cabo de los cuatro años del gobierno de turno, en la caneca de la basura de algún despacho público.
De nuevo su voz se alza para pedir que las autoridades intervengan, con la esperanza de que, ahora sí, lleguen las soluciones anheladas.
Como lo contó El País el domingo anterior, a las puertas de la primera temporada de lluvias del año el estado de las vías de comunicación de las veredas y corregimientos caleños es, en general, calamitoso. Pero ojalá el problema fuera solo el riesgo en que quedan por esta época las que en la mayoría de los casos no son más que trochas.
Más grave es que hay carreteras indispensables que ni siquiera existen o las que hay están tan deterioradas que son intransitables. Así se encuentra la mayoría de los 15 corregimientos, 13 de ellos ubicados en zonas de ladera, y las 85 veredas que hacen parte de la capital del Valle.
Proyectos como la Vuelta a Occidente, que se inició en 2010, y tenía como propósito conectar dos tramos de vías entre las poblaciones rurales en zona de ladera, sigue inconcluso. Poco ha importado que sea, además, una de las alternativas para la congestión de la salida al mar.
Leer los testimonios sobre las dificultades que a diario viven quienes habitan en corregimientos como La Leonera, La Castilla y La Elvira, o las quejas de quienes se sienten atrapados por falta de vías transitables en La Paz, Los Andes, Golondrinas, Montebello o La Buitrera, debería mover a las autoridades para buscar soluciones. No pueden pasar cuatro años de promesas y compromisos incumplidos.
Las consecuencias de la falta de carreteras y vías transitables, repercute en todos los aspectos de la vida diaria de las comunidades rurales. Son los campesinos que no pueden sacar sus productos a vender, es el turismo que se afecta, son las emergencias que se agravan, son los niños y jóvenes que para poder llegar a sus escuelas y colegios deben caminar durante horas, tanto de ida como de regreso, porque no hay forma de contar con transporte. El riesgo de deserción escolar se incrementa y con ello el problema social se agrava.
El llamado es a la actual Administración Municipal para que atienda los reclamos de esos 40.000 caleños que habitan en los 15 corregimientos y 85 veredas. Ellos hacen parte integral de la ciudad y son también motor para su progreso, por lo tanto las soluciones tienen que llegar porque ya son muchos años de espera, de incumplimientos, de oídos sordos.
Arreglar y concluir las carreteras que se han prometido por décadas, significa garantizar la posibilidad de llevar mayor desarrollo turístico, social y económico a un sector de la población local que tanto lo necesita. La deuda con la zona rural se tiene que saldar, y por completo.
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