Las elecciones presidenciales de los Estados Unidos son un panorama que pone a pensar. Las redes sociales atiborradas de falsas noticias. La polarización del electorado. La lluvia de sombras y fantasmas sobre el sistema electoral. Las figuras detrás de la financiación de los candidatos. Nos debe hacer pensar en serio sobre la democracia, ¿estamos frente a un grave riesgo que nos lleva a un deterioro, o estamos en un momento de transición?
La realidad de polarización política tiene un impacto muy nocivo en la democracia, pues afecta la cohesión social y la confianza en las instituciones democráticas. Se hace necesario trabajar por mecanismos que fomenten el diálogo y reduzcan la confrontación. Hay que poner más razón y argumentación y mucho menos vísceras y pasiones. Hay que cualificar el debate electoral.
El impacto de las campañas de desinformación y cómo afectan el proceso electoral, hace necesario promover los medios verificados y educar a la ciudadanía en el manejo de la información. Las lluvias e inundaciones de noticias falsas son realmente tóxicas para una democracia. Es urgente la regulación de las redes sociales y la exigencia de transparencia a las campañas. No se puede decir mentiras impunemente.
Los niveles de abstención, donde franjas grandes de la población prefieren ser espectadores que protagonistas en democracia, terminan corroyendo las democracias. Si bien en Estados Unidos viene creciendo la participación, todavía hay un 30% que queda por fuera. Hay que facilitar el acceso al voto y promover la participación en todos los sectores de la sociedad.
Las voces reiteradas de cuestionamiento de resultados y confianza en el sistema electoral son muy graves. Impactan la legitimidad de las elecciones. Los sistemas electorales hay que protegerlos con seguridad e institucionalidad. Son un patrimonio de las democracias, pues si no hay confianza en ellos, el andamiaje vital para decidir quién gana y quién pierde se cae.
Como siempre, la pregunta sobre la financiación de las campañas emerge: Es necesario evaluar el papel de los fondos en las elecciones y sus implicaciones para la transparencia y la influencia en las políticas públicas. Peligrosamente, el bien común queda empeñado en intereses particulares.
Estas lecciones de la reciente campaña en Estados Unidos nos instan a repensar y fortalecer los pilares de la democracia, tanto en ese país como en cualquier otra parte del mundo. La democracia, como afirmó John Dewey, no es solo una forma de gobierno, sino un ‘modo de vida asociado’ en el que la deliberación, el entendimiento mutuo y la acción colectiva son fundamentales. Sin un compromiso renovado con estos valores, corremos el riesgo de que la democracia se debilite en su esencia misma.
En el caso colombiano, muchas de estas situaciones que debilitan la democracia están presentes, y se hace necesario cerrar filas para evitar el deterioro de los fundamentales que sostienen la democracia. Esperar que seamos capaces de hacer la transición hacia un sistema democrático más fuerte, pues de lo contrario caeremos en las garras de los autoritarismos populistas.