Los cálidos polos
Ya no son tan blancos, ni tan fríos, ni tan gigantes, ni albergan tanta vida salvaje como antes. Los polos de la Tierra se están derritiendo a una velocidad impensada, con las consecuencias que ese deshielo tiene para el resto del planeta y como reflejo del deterioro al que se ha sometido a esta casa grande de la humanidad.
Ya no son tan blancos, ni tan fríos, ni tan gigantes, ni albergan tanta vida salvaje como antes. Los polos de la Tierra se están derritiendo a una velocidad impensada, con las consecuencias que ese deshielo tiene para el resto del planeta y como reflejo del deterioro al que se ha sometido a esta casa grande de la humanidad.
Las mediciones se están haciendo desde la década de los 90 cuando fue evidente el calentamiento global y cómo afectaba al medio ambiente. Lo que ahora han encontrado grupos de científicos de diferentes nacionalidades, algunos bajo la batuta de la Nasa y otros coordinados por la universidad británica de Leeds, es que la pérdida de hielo en la Antártida y en sus antípodas, Groenlandia y el Ártico, alcanzó en estos 30 años los 28 billones de toneladas y que si en 1990 esa pérdida anual era de 0,8 millones de toneladas, hoy la cifra prácticamente se ha duplicado.
Las conclusiones a las que han llegado, basados en mediciones satelitales y visitas de campo realizadas en la última década, es que ese deshielo no se detendrá porque los océanos siguen calentándose y las emisiones de gases de efecto invernadero no bajan debido a que las acciones emprendidas para contenerlas son insuficientes. Por ello recuperar lo que se ha perdido y que equivale al 23% de la superficie total de los polos, es imposible en la práctica.
Si las consecuencias solo afectaran a la Antártida o al Ártico, no habría la enorme preocupación que hoy manifiesta la comunidad científica. Lo que sucede es que por cada tonelada de hielo perdido en los polos, las repercusiones las siente un millón de personas en el planeta, en primer lugar porque cuando el nivel del mar aumenta, como lo ha hecho ya casi en un centímetro en los años recientes, se impactan la composición geográfica de las naciones costeras, la economía y la misma sociedad.
Así parezca que un centímetro es muy poco, en términos de subida del mar significa que el agua se adentra en territorio continental, desplaza a quienes viven en las costas, cambia la composición de los ecosistemas o se come islas completas, como ya está sucediendo. Y si el cálculo es que al ritmo actual el aumento de niveles de los océanos oscilará entre 40 centímetros y un metro al finalizar el presente siglo, la situación puede ser nefasta.
No es solo que costas y ciudades desaparezcan; como el 11% de la población mundial viven es esas zonas, se calcula que 800 millones de personas deberán migrar, quienes viven del mar ya no tendrán sus fuentes de sustento ni su seguridad alimentaria, mientras las naciones verán afectadas sus economías. Y por supuesto los ecosistemas cambiarán por las transformaciones de las corrientes marinas y del clima, con las pérdidas de hábitats y especies consecuentes, a la vez que aflorarán nuevas enfermedades entre otras razones porque millones de virus y bacterias congeladas durante millones de años aflorarán con el deshielo.
Hoy los polos de la Tierra son como espejos que se resquebrajan y pierden poco a poco sus partes rotas. En ellos debería mirarse la humanidad y quienes tienen en sus manos el poder de generar los cambios necesarios, a ver si se logra ya no juntar los pedazos sino detener el deterioro para desde ahí empezar a restaurar al planeta.